Ceremonia de la bendición de campos de 2010 (Joaquín Alcalde)
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Este próximo domingo, o sea mañana, se rememora en la ciudad una antigua tradición coincidiendo con la Solemnidad de la Santísima Trinidad que cada año convoca a poco más que un centenar de fieles y devotos y, en definitiva, pasa prácticamente desapercibida. La fiesta, entrañable y modesta, no es otra que la bendición de campos que tiene lugar en la humilde, por rústica, sencilla y puede que olvidada, ermita de Santa Bárbara fundada, según el historiador Nicolás Rabal, por el caballero flamenco, Juan Borgoñón, en el legendario Campo de la Verdad, por más que popularmente al término en general siempre se le haya conocido como de Santa Bárbara cuando era eso, un campo, más concretamente, las eras donde los labradores llevaban a cabo las tareas de la recolección en el extrarradio de la población. En cualquier caso, la realidad es que como señalaba el periódico Noticiero de Soria a mediados de los años veinte del siglo pasado “la bendición de los campos sorianos de Santa Bárbara es fiesta respetable por todos extremos, consagrada a un motivo tan noble como cristiano y que ha venido siendo recogida amorosamente de generación en generación desde que fue fundada hace cinco siglos según consta en las Ordenanzas de la Santa Hermandad de Santa Bárbara”; normas que refieren con detalle los pormenores de la ceremonia que el paso del tiempo se ha encargado de despojar de la parafernalia de que estaba revestida para acomodarla a la realidad del momento. De manera que si bien al comienzo de la década de los cuarenta de la centuria anterior era habitual que registrase una nutrida concurrencia y asistieran a la celebración “representaciones de diversas asociaciones religiosas y todos los labradores, y de la sociedad de ganaderos, [y] entre las autoridades” pudiera verse “al alcalde camarada Jesús Posada [Cacho]”, e incluso, en tiempos pretéritos, acudiera la banda de música, en la actualidad, se desarrolla en un contexto mucho más íntimo que antaño, aunque básicamente la ceremonia continúe manteniendo su esencia. La celebración se inicia con la procesión presidida por la imagen de la titular de la ermita, Santa Bárbara, para dirigirse al pequeño parque que queda en el lateral orientado a la Residencia Sanitaria de la Seguridad Social –ahora llamado Hospital de Santa Bárbara- en el que se coloca una gran cruz de madera con cuatro hendiduras, una por cada punto cardinal, con el fin de que el celebrante vaya incrustando sucesivamente otras bastante más pequeñas, evidentemente, de cera, al tiempo que bendice los campos con agua bendita, rito este, sencillo pero ceremonioso donde los haya, comenzando por el este para continuar por el oeste y el sur y concluir por el norte. Además, el oficiante procede a la bendición de unas cuantas más de estas crucecitas de cera, idénticas a las que ha que ha ido colocando en la grande de madera, que entrega como recuerdo a los asistentes. De regreso al santuario, pero antes de entrar a la Virgen, se subastan los banzos en el atrio. Luego tiene lugar la misa y finalizada esta la Cofradía obsequia a los asistentes con licor y pastas en una de las dependencias de la ermita. Aquello de que el domingo de la Santísima Trinidad estén a las nueve de la mañana “en la Ermita de la Santa, el Abad, el Preboste, los Hermanos y los Cuatros…, que esté toda la cera encendida, los Cofrades confesados y comulgados y ganen el jubileo”, recogido, como otras muchas cosas, por las aludidas Ordenanzas, hace ya bastantes décadas que dejó de tener vigencia. Pero la tradición, que es lo importante, sigue conservándose.