LA FESTIVIDAD DEL CORPUS

Procesión del Corpus 1963

La procesión del Corpus de 1963 a su paso por la plaza de Mariano Granados (Archivo Joaquín Alcalde).

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La iglesia católica celebra mañana domingo -29 de mayo- la festividad del Corpus Christi. Una conmemoración profundamente arraigada en las costumbres de los sorianos que hace ya varias décadas, en realidad desde que los actos de la solemnidad se trasladaron del jueves al domingo inmediato siguiente, perdió buena parte del encanto que tenía pero sobre todo el aura a modo de halo misterioso que contribuía a ensalzarla y, por supuesto, la fascinación y el encanto que irradiaban la procesión a media mañana, que eran los que la hacían diferente y única. La fiesta del Corpus, en fin, no podía por menos que advertirse en la ciudad con manifestaciones externas al margen de la celebración estrictamente religiosa, por más que ambas estuvieran estrechamente ligadas. Hasta el punto de que ese día los balcones, miradores y ventanas de los edificios ubicados en las calles por las que iba a pasar la procesión, y especialmente las del centro de la ciudad, se engalanaban con banderas nacionales y colgaduras, no faltando incluso las mejores colchas y manteles que se guardaban en casa para la ocasión.

De manera que no supondrá en modo alguno hacer un esfuerzo añadido hacerse a la idea de que también resultara habitual que ondease “la enseña de la Patria” en todos los edificios públicos, aunque en este caso la medida fuera, con más que probable seguridad, de obligado cumplimiento, y la orden expresa y tajante proviniera de la primera autoridad, o sea el Gobernador. Un importante añadido en el marco de la escenificación –entiéndase en el más respetuoso de los sentidos- lo aportaba, mientras permaneció de guarnición en la ciudad, el Batallón de Minadores pues no en balde fue costumbre que fuerzas del mismo cubrieran la totalidad de la carrera que había de seguir la procesión. Y en una etapa posterior, la trabajada alfombra de serrín teñido que confeccionaban en la plaza de Mariano Granados los afiliados al Frente de Juventudes tratando de combinar una amplia gama de colores para representar alegorías propias de la festividad, siempre con el fundado temor de que las inclemencias meteorológicas dieran al traste con la tarea. No abundaron las ocasiones pero alguna vez sí se cumplieron las peores previsiones, como fue el caso del 1 de junio de 1961, cuando la lluvia impidió que la procesión saliera a la calle y tuviera que celebrarse en el interior del templo, la Concatedral. La supresión de esta simpática costumbre de la alfombra al final de los años sesenta o quizá comienzo de los setenta dejó un vacío que costó olvidar.

En cualquier caso, el acto central del día, o sea la procesión, se desarrollaba con el boato habitual. Durante su celebración se paralizaba la actividad de la ciudad, por más que se tratara de jornada festiva a todos los efectos. Porque en alguna ocasión, como ocurrió el 24 de junio 1943, en que coincidieron el Corpus y la Saca, hasta los Jurados de Cuadrilla se vieron en la necesidad de pedir por escrito al Ayuntamiento para que la salida hacia el monte Valonsadero se efectuara, como así fue, una vez terminados los actos religiosos, lo que inevitablemente llevó consigo el reajuste de las celebraciones sanjuaneras de ese día.

Sea como fuere, lo frecuente era que tras la misa solemne en la Colegiata se organizara el cortejo procesional integrado por un nutrido de fieles, miembros de las asociaciones religiosas con sus banderas y estandartes y niños de primera comunión y de los colegios de la ciudad. La escuadra de gastadores del Batallón de Minadores en traje de gala daba escolta a la Custodia, y la Banda Municipal de Música y una sección del citado Batallón con bandera y banda de cornetas y tambores cerraba la comitiva que presidían las primeras autoridades provinciales y locales. Al término de la procesión las fuerzas militares desfilaban por las calles Sorovega, plaza Mayor (entonces del Generalísimo), Teatro y Caballeros, hasta el cuartel de Santa Clara.