LA FERIA DE GANADOS QUE TRANSFORMABA LA CIUDAD

Feria de ganados (A.H.P. 8418)

El ferial de ganados se instalaba a partir de la calle Campo, en la imagen (Archivo Histórico Provincial)

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Después de varias décadas sin celebrarse, la Agrupación Defensa Sanitaria de Soria (ADS) recuperó en 2009 la feria de ganados, una de las tradiciones más arraigadas en la ciudad que, como tantas otras, se llevó por delante el progreso y los nuevos hábitos y medio de vida de los sorianos.

En Soria se celebraban dos ferias de ganado. Una en los primeros días de marzo, que era algo así como el anuncio del final del invierno, aunque en la práctica todavía tardase algunas semanas en abandonarnos, y la de septiembre, al comienzo de la segunda quincena, que venía a ser, y de hecho lo era, bastante más importante por un sinfín de razones, pero por encima de todas una, que llegaba con la recolección terminada.

Es esta de septiembre la que, en la medida que sea posible, se ha intentado recuperar en las fechas en que tradicionalmente tenía lugar. De tal manera, que si, por ejemplo, el domingo coincidía con el día central del mercado de ganado el comercio en general abría, al menos durante la mañana, como si de un día más de la semana se tratara, cerrando en compensación la tarde del martes o miércoles siguientes.

Aquellos días –durante cuatro o cinco- de mediados de septiembre la vida de la ciudad se transformaba porque hasta la capital se trasladaban no sólo las gentes de la comarca sino también de todos nuestros pueblos y de otras regiones y provincias con tradición ganadera, como eran los tratantes, una de las figuras imprescindibles sin la cual resultaría difícil entender la realidad de este sencillo y al mismo tiempo complejo tipo de eventos. Así se explica que durante esos días las líneas de autobuses reforzaran los servicios, lo mismo que hacía la RENFE con el tren; que el ayuntamiento programara bailes públicos en la Plaza Mayor y que, sin pretender exhaustivos, la empresa del teatro Avenida trajera conocidas y afamadas compañías de revista, con llenos a rebosar, en lugar de ofrecer las habituales sesiones de cine.

La Soria provinciana de las pujantes ferias de ganado puede que no alcanzara los 15.000 habitantes; o lo que es lo mismo, el núcleo urbano, que se agotaba poco más allá de la fachada principal de la Alameda de Cervantes, tenía muy poco –casi nada- que ver con el actual. Así podrá entenderse mejor, quienes no conozcan la época, que el ferial de ganado comenzaba prácticamente detrás del edificio de Correos, todavía sin urbanizar. La actual calle Sagunto ni siquiera estaba en proyecto mientras que en el triángulo de la calle Campo, en el solar que ocupa el edifico de Cultura de la Junta de Castilla y León, se instalaba una a especie de rastrillo en el que podía encontrarse de todo.

El caso es que en esta parcela, tan sólo separada por la carretera nacional de Valladolid a Zaragoza, que cruzaba la ciudad por delante de la plaza de toros y la iglesia de Santo Domingo hasta el puente de piedra, ya no había quien pudiera dar un paso. En la contigua de la Tejera se ofrecía el ganado mular, y el ovino se presentaba en la prolongación del imaginario, pero de hecho, recinto situado en la parte trasera, la actual zona de discobares, que se extendía hasta el final de las eras de Santa Bárbara, llegando incluso, en la época de mayor apogeo, a la ermita, que hoy pasa inadvertida si no fuera por su arquitectura rústica que contrasta con la modernidad de las edificaciones que la rodean.

Los tenderetes ambulantes, los charlatanes –vendedores de baratijas para los adultos- y una gama variopinta de personajes de lo más curioso que pueda imaginarse venían a configurar el decorado de las ferias de ganado que, en la medida de lo posible, se intentó recuperar. Un acontecimiento con implicaciones sociales, económicas y etnográficas, que pese al tiempo transcurrido se sigue añorando, pues no en balde era una de las señas de identidad de los sorianos.