LA FIESTA DE LA MERCED

AHPSo 14614. JCyL. Colección Rafael Romera

Vista del barrio conocido como del «matadero viejo» con la iglesia de la Merced al fondo (Archivo Histórico Provincial. Colección Rafael Romera)

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Los meses de septiembre de antaño, con el verano ya superado y en ocasiones hasta olvidado, la ciudad antes de recobrar la actividad normal perdida con las fiestas de San Juan tenía dos citas importantes: la tradicional feria de ganados, de la que hablábamos hace nos días, y la novena en honor del patrón de la ciudad, San Saturio, que comenzaba, como ahora,  el día 24.

Las ferias y la novena no eran, sin embargo, las únicas. Pues, en efecto, había otra fecha asimismo clave en el particular calendario de lo local, bien es cierto que en un segundo plano, que no era otra sino la festividad de la Virgen de las Mercedes el día 24, muy arraigada asimismo en la tradición y cargada de un tipismo que lejos de pasar desapercibida tenía su particular seguimiento. Era la patrona del Hogar Infantil dependiente de la Diputación Provincial que se celebraba por todo lo alto con víspera incluida. Porque, en efecto, al coincidir con el inicio de la novena a San Saturio y no restarle protagonismo, el día anterior, el 23, finalizado el triduo en honor de la Virgen, tenía lugar la  procesión por el centro de la ciudad. De tal manera, que saliendo de la antigua iglesia de la Merced (reconvertida en el Aula Magna Tirso de Molina que conocemos) recorría las calles de Santo Tomé, Numancia, plaza de Ramón Benito Aceña, plaza de Ramón y Cajal, Caballeros, Diputación, plaza de San Esteban, General Mola, Aguirre y San Martín, desde la que regresaba al templo, para una vez terminada el orfeón del establecimiento (el Hogar Infantil) dirigido por don Oreste [Camarca] cantara una salve. Era costumbre que tan popular y piadoso acto lo presidieran, las primeras autoridades civiles, eclesiásticas y militares; el Ayuntamiento y la Diputación lo hacían bajo mazas. Los actos de la festividad de Nuestra Señora la Virgen de las Mercedes continuaban al día siguiente con una función religiosa en la iglesia de la advocación con asistencia, como el día anterior, de las primeras autoridades y numeroso público. Terminado el oficio religioso se tenía por costumbre visitar la cuna del establecimiento.

La fiesta de la Virgen de la Merced revistió singular relevancia, como en general las distintas manifestaciones de todo tipo que por aquel entonces tenían lugar en la ciudad, en 1952 cuando la banda de cornetas y tambores y una sección del Batallón de Minadores formaron parte de la comitiva procesional.