LAS «ADUANAS» DE LA CIUDAD

 

AHPSo 18876. Colección Manuela Barral de Lucas

Al final del puente de piedra, a la derecha, saliendo de la ciudad, se encontraba uno de los fielatos, que no era el que equivocadamente se ha dado en llamar fielato, que nunca lo fue (colección Joaquín Alcalde)

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En Soria, como en las ciudades más importantes de España, estuvieron aplicándose durante gran parte del gobierno de Franco –aunque venían de bastante más antiguo- unas contribuciones que gravaban los productos alimenticios y las bebidas que entraban a las ciudades para el consumo interior

Este impuesto –llamado técnicamente derechos de consumo-, que tenía que satisfacerse igualmente por los productos que llegaban a las ciudades en los coches de línea de viajeros para el consumo de los ciudadanos, se pagaba en los llamados fielatos, una especie de aduanas domésticas, que no eran sino unos pequeños recintos habilitados para dar acogida al funcionario de servicio –en algún caso una simple garita-, ubicados estratégicamente a la entrada de las poblaciones.

Aquí, en la capital, hubo varios fielatos. Si se comienza por el Norte, en la actual calle de Las Casas, algo más abajo de la Prisión, hubo uno, y otro, muy cerca de él, en la carretera de Logroño, frente a la muralla del Mirón. Uno más en el Postiguillo, en la margen derecha del Duero, al final de la calle Nuestra Señora de Calatañazor. Si se gira en el sentido de las agujas del reloj se encontraba el que hubo en el paseo de Valobos, junto al cementerio. Al Sur, en las inmediaciones del edificio de la Estación Vieja, el que controlaba el acceso a la ciudad por la carretera de Madrid. Y por el Oeste, otro al final del Paseo del Espolón –en la esquina de la calle de San Benito-, que obligado por el ensanche de la ciudad fue demolido al final de los años cuarenta para levantar otro de nueva planta a las afueras de la ciudad, en la Avenida de Valladolid, frente a la Estación de Autobuses, en parte del solar que ocupan las casas de los camineros.

Y se ha dejado intencionadamente para el final el fielato más citado en los últimos tiempos que, por cierto, jamás fue fielato. Nos estamos refiriendo al edificio que se encuentra pasado el puente de piedra, a la izquierda, saliendo de la ciudad, contiguo a los jardines de San Juan de Duero conocido como Centro de Recepción de Visitantes. No, no es el antiguo fielato y sí una dependencia de la fábrica de harinas cercana, lo que pudo constatarse hasta su rehabilitación en una de las fachadas laterales, la que linda con la carretera de Almajano, donde de manera inequívoca podía leerse: “almacén de grano de la fábrica de harinas”. Es más, durante mucho tiempo la propia empresa de la fábrica de harinas cedió el edificio al antiguo Servicio Nacional del Trigo, más tarde SENPA, que lo estuvo utilizando como granero hasta que al final de los sesenta –en 1967- se construyó el silo que todavía está en pie.

Es cierto, no obstante, que en esa zona hubo en tiempos un fielato, de los grandes, no una garita sin más, pero enfrente del inmueble reconstruido a que acabamos de referirnos; dependencia que en tiempos pretéritos llegó a ser utilizada como colegio electoral en día de comicios.

En cualquier caso. A las generaciones más mayores hablarles de fielato en esa zona de la ciudad les lleva, sin dudarlo un instante, al antiguo convento de San Agustín, antes de Mercenarios y originariamente hospital de niños expósitos, es decir, a un viejo edificio del XVI, en el que todavía puede la ventana en la planta baja desde la que vigilaba el consumero. El inmueble, de propiedad particular, desde hace años también deshabitado y en precario estado de conservación, se encuentra a este lado del puente, a la izquierda, si se sale de la ciudad, entre lo que fueron el bar del Augusto y la taberna La Alegría del Puente, en el que el aún joven pero ya famoso agustino y poeta, Fray Luís de León, fue lector de Gramática en el curso 1555-1556.