La Imprenta y Papelería Comercial, en la plaza de El Salvador, uno de los comercios tradicionales (Archivo Histórico Provincial)
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Los empresarios del comercio y las instituciones con competencia en el sector llevan tiempo empeñados en la tarea de revitalizar el comercio tradicional e incentivar el consumo. La construcción del parquin de Mariano Granados y el Espolón y la nueva plaza de abastos han cambiado de arriba debajo la imagen del centro de la ciudad. Otra cosas son las opiniones que se han vertido y que se vienen escuchando a diario, en las que no vamos a entrar.
Si en algún momento anterior nos hemos ocupado de aquellas firmas comerciales o establecimientos de toda la vida que continúan abiertos, en esta ocasión vamos a centrar nuestra atención en los que por el contrario han desaparecido. Hace ya tiempo que quedaron en el almacén del recuerdo comercios de ultramarinos como el del Anastasio y el de Manuel Ruiz en la plaza de Herradores; La Flor Sevillana, Celestino Pérez Benito, la Viuda de Sixto Morales, Simón Sainz y el de la Viuda de Juan Díaz, de popular alias, en el Collado; La Oriental y Pedro Beltrán, ubicados ambos en la calle Estudios subiendo a la plaza de abastos desde el ensanche del Collado, y en la misma plaza de Bernardo Robles otro establecimiento asimismo emblemático como sin duda lo era “La bola de nieve”; y por supuesto los Almacenes de Pablo del Barrio en sus distintas ubicaciones. Hubo asimismo comercios de tejidos que dejaron huella como el de la Viuda de Evaristo Redondo –también ferretería y mercería-, Redondo y Jiménez, Anastasio Sánchez –Casa Sánchez-, Ángel del Amo –luego, su hijo-, Los Zamoranos y Megino –donde además se vendían zapatos- en el sorianísimo Collado, junto con el de Casa González en la plaza de San Blas y El Rosel –la que la sabiduría popular bautizó en su día como de la tarta-, y el de Sobrino de Samuel Redondo, en Marqués del Vadillo, sin olvidar por supuesto, los que han cerrado últimamente: Nuevas Galerías y San Clemente, que aun siendo los más modernos de todos los citados, y eso que llevaban décadas de actividad, han venido a cerrar el ciclo de los comercios del ramo. Son bien recordadas también las tiendas de calzados y de entre ellas las de “La moda”, en el estrecho del Collado, junto a la Plaza Mayor; la denominada Calzados Caballero frente al Casino; o la de Ricardo Lapuente, al final de la arteria principal de la ciudad, y la de Eugenio Amo, con taller de reparación incluido, en la plaza de Herradores.
No se citan a propósito cafés, bares y similares como tampoco las salas de cine habida cuenta la amplitud de la materia, pero no puede pasarse por alto un sector tan acreditado como el de las confiterías y/o pastelerías con las de la Pablo Herrero, “La azucena”, la de la Viuda de Liso, “La exquisita” y la de Eugenio Mateo, todas ellas en la que de siempre ha tenido la condición de centro comercial de la ciudad, el Collado. Como tampoco deben omitirse, como firmas más representativas de un ramo diferente, la librería y papelería Santa Teresa, la de Jodra, por cuyo nombre se le conocía en los portales del ensanche; la de Vallejo, Vicén Vila –también óptica y especializada en discos y radios-, y la Imprenta y Papelería Comercial, en parte de los bajos del antiguo Parador del Ferial –otro de los establecimientos que marcaron una época de la historia de la ciudad-, en la céntrica plaza de El Salvador. Ni desde luego las droguerías Patria, en la plaza de Herradores, y Moderna, en el Collado; la cacharrería, en la entonces comercial plaza de Herradores, y la botería de Claudio Alcubilla en la calle Ferial, o la ferretería y tienda de muebles, en locales separados, de la Viuda de Claudio Alcalde, en la calle Marqués del Vadillo y Herradores, con vuelta al callejón de El Salvador, respectivamente, y “El telón de acero”, ya algo más moderna, en pleno Collado.