A MULTA LIMPIA

 

Plaza Mayor. Autorridades. AHPSo 1648. Archivo Carrascosa

Autoridades en un acto oficial en la Plaza Mayor mediada la década de los cincuenta del siglo pasado (Archivo Histórico Provincial)

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Resulta cuando menos curioso y enriquecedor acudir de vez en cuando a la hemeroteca, lo que permite tener perspectiva y una visión más amplia de determinados hechos y circunstancias que el inexorable transcurrir del tiempo se ha encargado de enterrar hasta el punto de que rescatados transmiten la impresión de haber sucedido en épocas pretéritas.

Durante una larga etapa de nuestra historia reciente el Gobernador [civil] hacía y deshacía; era algo así como la conciencia de los ciudadanos, el que arropado por los poderes fácticos decía, más bien ordenaba, lo que se podía y lo que no se podía hacer, eso sí, en todo momento con la “estaca” a punto para corregir cualquier desmán por irrelevante que fuera.

En esta línea de actuación de la primera autoridad era práctica habitual encontrarse cíclicamente primero en el periódico Campo –más tarde con el añadido de Soriano-, por ser el único que se editaba entonces en la ciudad, y pasado un tiempo también en la emisora local Radio Soria y en Hogar y Pueblo –luego con el Soria por delante-, el actual Diario de Soria-El Mundo, con notas oficiales del primer centro de poder de la provincia, a las que se les dispensaba un tratamiento preferente, dando cuenta con pelos y señales, es decir con nombre y apellidos (nada de iniciales), profesión –a veces hasta la marca comercial de la empresa en la que trabajaba el sancionado- y domicilio para que no hubiera lugar a dudas, de haber sido sancionados con veinticinco pesetas de multa cada uno de los vecinos de la ciudad por haber promovido escándalo a las diez de la noche de un domingo de primeros diciembre de 1953 en la confluencia de la calle del Instituto con la del General Mola (Collado), con motivo de reñir y originar que la gente se aglomerarse, promoviendo escándalo. O que a los pocos días a un conocido joven residente en la ciudad, de oficio pintor de brocha gorda, la autoridad la impusiera tres días de arresto por promover un escándalo, en estado de embriaguez, una noche de domingo de finales de aquel mismo mes también en la calle del General Mola (el Collado). Cinco duros (25 pesetas de los primeros años cincuenta) tuvieron que pagar de multa dos muchachos –uno de ellos llegó a ser portero del Numancia- por dedicarse a la reventa de localidades (cabe suponer que fueran de cine) por unos hechos cometidos en enero de 1954. De los “garrotazos” del Gobernador no se libraba nadie pues lo mismo imponía la multa de 3.000 pesetas a un acreditado fotógrafo por producir en su taller tarjetas pornográficas, y 2.000 al intermediario que las distribuía, que incluso el que curiosamente al cabo de los años llegó a ser presidente de la Diputación Provincial –un soriano de los de toda la vida- fue sancionado con diez mil pesetas –una fortuna en la época- el 12 de mayo de 1954 bajo el argumento de haber “dado un desdichado ejemplo, al olvidar que el cargo que ostenta y la posición social que tiene le obligan a extremar la corrección de su conducta en sus relaciones ciudadanas y en el respeto que la Autoridad debe”. El listado podría seguirse con la multa de 200 pesetas acordada al final de la década de los cincuenta por el Gobernador civil interino –soriano para más señas- a un vecino de la calle de San Pelegrín “por propasarse a molestar a una señora que transitaba por la plaza del Generalísimo (la plaza Mayor), de forma intolerable, demostrando con su comportamiento una falta de convivencia social”; con las 500 a un oficial de imprenta y a otro de un taller mecánico de la capital por derribar los bancos en la Alameda de Cervantes, cuando no a quienes durante las horas de paseo de una tarde de finales de verano de mediados de los sesenta se dedicaban en el Collado “a molestar a las jovencitas de un modo incorrecto e incivil”. Y todavía en el ecuador de los sesenta a un electricista de profesión, habitual en las dependencias de la Comisaría de Policía, y no por su actividad, “en vista de su recalcitrante conducta agresiva, incivil y antisoriana”, algo parecido a lo que les ocurrió a tres jóvenes amantes de la diversión,de sobra conocidos en los ambientes capitalinos, sancionados “ejemplarmente” por la primera autoridad un verano en el ecuador de los sesenta (alguno de ellos lo sigue recordando al cabo de los años). La casuística no se agota. Y una reflexión final. Acaso cause extrañeza, pero no consta ni trascendió sanción alguna a mujeres. Los multados siempre fueron hombres.