Fachada principal de la iglesia de Santo Domingo (Archivo Histórico Provincial)
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La tradición de San Blas (3 de febrero), como tantas otras, se pierde en la memoria del tiempo. De tal manera que situar su origen, o cuando menos intentarlo, no es una tarea fácil precisamente pues a poco que se pretenda escudriñar en sus raíces a lo más que se llega es a expresiones como “desde tiempo inmemorial”, “desde hace muchos años”, “según costumbre”…. Un mantra con el que no ha quedado más remedio que convivir lo más buenamente posible. Todo ello avalado, eso sí, por el relato que han venido transmitiendo sucesivos autores cuando se han puesto a hablar de este tipo de costumbres, hábitos, prácticas o como se les quieran llamar.
El caso es que tanto en trabajos específicos como en informaciones de los medios escritos en cada momento siempre se ha recurrido a uno de los latiguillos –o muy parecido- que acaban de citarse para contar una tradición muy sencilla que curiosamente ha logrado supervivir el paso del tiempo y etapas convulsas de la sociedad. Se trata de la fiesta de San Blas, que tiene en el 3 de febrero la fecha de su celebración.
La iglesia de Nuestra Señora del Espino es el templo que siempre ha acogido los actos que cada año programa la parroquia con este motivo. En tiempos era un novenario que empezaba la víspera de la festividad, esto es el día 2, no más tarde de las cuatro, al final del cual se bendecían los clásicos roscos elaborados para la ocasión, agua y otros alimentos y se daba a adorar la reliquia del santo a los numerosos devotos que se daban cita para pedir la intercesión de San Blas –obispo y mártir- y que les preservara del mal de la garganta. En todo caso, los días de la novena había también misa a las nueve, que asimismo estaba muy concurrida.
La festividad de San Blas sigue celebrándose, como siempre en la iglesia de Nuestra Señora del Espino, y cuenta con su particular grupo de devotos que son los que mantienen viva la llama de la tradición aunque desde hace años los nueve días han quedado reducidos a tres pues es un triduo y no novena lo que se celebra comenzando el día del santo; eso sí con el ritual de toda la vida: bendición de cintas y alimentos.
No obstante, San Blas, no se celebra solo en la iglesia del Espino aunque quizá sea la más conocida y tradicional si se quiere. En otras, como la concatedral (antaño colegiata) de San Pedro, también se honra de toda la vida al abogado de las enfermedades de garganta y cada año a la imagen del santo se le coloca ese día el clásico roscón en uno de los brazos. En la actualidad en todas o casi todas las parroquias de la capital se celebran cultos en honor de San Blas.