La iglesia de San Juan de Rabanera con la Casa Diocesana al fondo.
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La vida de Soria, de aquella pequeña ciudad que hace sesenta años trataba de desperezarse del letargo en que había estado inmersa durante varias décadas, no se agotaba con el relevo que a finales del mes de marzo de 1960 se producía al frente del Gobierno Civil ni con la bendición de la Casa Diocesana, por más que fueran, sin duda, las noticias más celebradas porque, efectivamente, así fue y así sucedía en la época. También hubo comicios municipales, en realidad un mero trámite derivado de las peculiaridades exigidas por la norma legal de la época para poder presentarse pero especialmente por el control y el dirigismo que se ejercía sobre este tipo de convocatorias y, en particular, acerca de los candidatos, todos ellos oficialistas, podría decirse hoy, que accedían a través de los cauces de representación habituales que no eran otros sino los consabidos tercios: cabezas de familia, sindical y entidades y corporaciones. Arsenio Sanz de Velasco y Pablo Jiménez Fernández fueron los más votados del primer grupo; José María Montejo y Saturio Carnicero por el segundo y Eusebio Brieva Bartolomé y Francisco Iglesias Calzas a través del último. El nombramiento de alcalde iba por otro lado sin que tuviera nada que ver con el procedimiento utilizado para los concejales que no siempre coincidía con las elecciones para renovar el ayuntamiento.
Sin embargo, qué duda cabe que también se produjeron algunos otros acontecimientos, puede que de bastante menor impacto, y que, por consiguiente, no merecieron la consideración de ser tratados con grandes titulares, aunque a cambio ayudaran a incorporar algunos de los elementos de modernización que estaba reclamando la sociedad soriana. El establecimiento de las innovadoras normas de circulación, acompañadas de alguna otra tendente a modernizar el Cuerpo de la Policía Municipal y actualizar y completar la formación de los agentes, que en la práctica no constituyeron sino el primer paso para la peatonalización del centro urbano, como veíamos no hace mucho y no es necesario incidir, fue una de las actuaciones vanguardistas y de indudable repercusión práctica entre los sorianos por lo que suponían el cambio de la noche a la mañana de una serie de hábitos consolidados sin posibilidad de marcha atrás.