La estación XIV y última del vía crucis en la escalera exterior de acceso a la ermita (Programa de fiestas de San Saturio de 1967. Archivo Alberto Arribas)
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La aparición de las cofradías al final de los años cuarenta y comienzo de los cincuenta y la implantación del nuevo orden litúrgico en 1956 provocaron una profunda reestructuración de la Semana Santa soriana. En este contexto quizá no falte quien pueda interpretar que el Vía Crucis a la ermita de San Saturio fue uno de los primeros movimientos innovadores de la época y lo asocia a una de las cofradías penitenciales, pues ciertamente la del Ecce-Homo lleva a cabo tan piadoso ejercicio que hace ya tiempo cruzó la frontera de lo habitual para formar parte de la tradición y de la historia de las celebraciones de la tarde-noche del Miércoles Santo, que este 2020 no podrá ser.
Sin embargo, la realidad es bien distinta. Lo dijo el Abad Santiago Gómez Santa Cruz en una especie de llamamiento a los sorianos fechado el 9 de noviembre de 1947 cuando anunció que “un soriano piadosamente devoto de San Saturio y que desea ser ignorado” le había enviado una limosna (sic) de 5.000 pesetas para que las emplease a su voluntad, “en lo que juzgue más conveniente para dar mayor culto a nuestro Santo Patrono”. Y abundando en ello argumentaba que habló con el Cabildo Colegial y el Ayuntamiento y que de acuerdo con ambas corporaciones había determinado “erigir un serio, devoto y, en lo posible artístico Vía Crucis”.
Dicho y hecho. Se puso manos a la obra y comenzó a recabar colaboración bien económica o de la de índole que fuera con el compromiso de que una vez conocido y aceptado el proyecto y el presupuesto de ejecución no se recibirían más cantidades que las estrictamente necesarias para llevar a cabo la construcción. Pero no se quedaba ahí, pues en el supuesto de que los ofrecimientos no llegasen a cubrir el importe de la obra se devolverían las cantidades recibidas excepto las 5.000 pesetas que serían destinadas y empleadas en conformidad con las instrucciones del generoso donante.
La iniciativa no tenía vuelta atrás y enseguida comenzaron a llegar las primeras aportaciones. Se encargó el proyecto al arquitecto Luis Jiménez [Fernández] que importó 12.000 pesetas, no incluyendo cantidad alguna por sus honorarios pues como soriano y devoto del Santo se daba por bien pagado y honrado. El emplazamiento elegido fue a la izquierda del camino y las estaciones, de acuerdo con lo proyectado, llevarían cimentación de hormigón en masa coronada, en su enrase con el terreno, con una base de piedra labrada de forma completamente geométrica, y sobre ella la sencilla Cruz de madera, pintada al óleo, de un color oscuro, resaltando el número de la estación que iría en blanco. La primera Cruz quedaría enclavada más allá de la entrada del llamado barranco grande, y la XIV en el segundo quiebro de la escalera de acceso a la ermita, dando frente al tramo de la misma escalinata.
El viernes 17 de septiembre de 1948 tenía lugar la bendición del Vía Crucis en un acto solemne que presidieron el Gobernador civil, el Alcalde en funciones, concejales del ayuntamiento, el Abad de la Colegiata, el Cabildo, la Comunidad de los Padres Franciscanos y numerosísimos fieles. El 20 de marzo de 1951, martes santo, la cofradía del Ecce Homo celebró por primera vez el vía crucis en el camino de la ermita de San Saturio.
Y desde entonces hasta hoy, si bien es cierto que en torno a 1980 las primitivas cruces de madera se sustituyeron por las actuales de cemento.