La Banda Municipal durante un concierto en el mítico Árbol de la Música (Archivo Histórico Provincial)
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Un día de finales de enero de 1992 los sorianos vieron como una brigada de operarios municipales comenzaba a cortar las ramas del Árbol de la Música, aquel enorme olmo gravemente afectado desde hacía tiempo por una grafiosis que le había llevado a la “uvi” por más de los reiterados intentos de salvarlo. En la ardua tarea de mantener con vida el árbol, los propios técnicos Encarnación Redondo y José Luis Cerbigón encargados directos (sic) del tratamiento llegaron a calcular su recuperación para la primavera de 1986. Lo dijeron en un programa-homenaje de Radio Cadena Española (la actual Radio Nacional de España) emitido precisamente desde el Árbol de la Música a finales del mes de agosto de 1985, cuando la situación era irreversible y el legendario olmo, sometido durante algunos años a tratamientos de emergencia tenía los días contados. Habían transcurrido 380 años, bien cumplidos, desde que fuera plantado en 1611 junto a unos 150 olmos más. Casi 400 años cargados de historia, de leyenda y de infinidad de recuerdos plasmados en bellas páginas literarias y simbolismos de toda índole cuando no en la memoria ocupada por multitud de imágenes de las sucesivas generaciones que posibilitan que el Árbol de la Música tenga la consideración de mito, al extremo de que pueda asegurarse sin temor a incurrir en equivocación que no ha habido ni hay soriano que no tenga una personal evocación de él al margen de lo colectivo. Conciertos de la Banda “bajo su amplia copa”, se ha escrito, consejos para chicos y grandes, larguísimos paseos por las inmediaciones las interminables tardes de verano, declaraciones de amor, actos castrenses y, por supuesto, un variado y amplísimo repertorio de celebraciones sanjuaneras de la más diversa índole entre las que es especialmente recordada el estreno de la “Nueva” el domingo anterior a la Compra que con tanta ilusión se esperaba, resumen su dilatada trayectoria. Sobre este símbolo soriano ha llegado incluso a especularse acerca de interpretaciones esotéricas según las cuales al Árbol le llegaba un fuerza cósmica desde el centro de la tierra que sus raíces se encargaban de extender a las ramas.
Si al comienzo de los años noventa del pasado siglo XX se consumaba su desaparición, casi un siglo antes, en el arranque de la centuria, en junio de 1902, quedaba inutilizado como consecuencia del desprendimiento de una de sus principales ramas, así como el templete instalado para la música. A mediados de mayo de 1920 el, ayuntamiento sacaba a concurso la construcción de “un kiosco para las bandas de música que han de amenizar las tardes de estío”. Es, sin embargo, el 16 de septiembre de 1924, cuando se instala el kiosco de la música alrededor del llamado “árbol gordo”, que posteriormente sufriría algunas modificaciones que afectaron tanto al aspecto general de la estructura -la escalera de acceso estaba en otro lugar- como a los siempre cuidados jardines inferiores. La más reciente que se recuerda del antiguo Árbol de la Música tuvo lugar en 1978 cuando se amplió la superficie sin necesidad de tener que modificar la base claustral con lo que la Banda dispuso de más espacio para sus actuaciones. El Árbol de la Música adquirió entonces la imagen que tuvo hasta su desaparición.
En el mes de marzo de 1997 se plantó el nuevo Árbol de la Música tras ser retirado el que sustituyó –un roble traído de Valonsadero- al mítico olmo y se desmontó la plataforma de los músicos, recuperada en 2010.
Qué recuerdos! Contaba yo 14 años, cuando mi padre, como capataz de plagas forestales del extinto Servicio de Defensa contra Plagas dependiente del Ministerio de Agricultura, fue el encargado de realizar in situ los tratamientos contra la grafiosis, al antiguo árbol de la música de Soria, junto con otra docena de olmos, aproximadamente, que convivían con el en 1984 en la Alameda de Cervantes. Como era verano, yo me vine con él, desde unos días antes de los San Juanes, a ayudarle a montar el sistema de tubos flexibles conectados por válvulas con el que inyectábamos a presión el producto de tratamiento contra el hongo mezclado con agua, durante un par de días continuamente a cada árbol, a través de un sistema de agujeros en las raíces a ras de suelo para inyectar en la savia desde las raíces. Desgraciadamente tras un mes de esfuerzos, el tratamiento no tuvo el resultado esperado, y la enfermedad pudo con los viejos multicentenarios olmos. Casi 40 años después he tenido la fortuna de volver a trabajar a Soria, en otros menesteres, y vivir enfrente de la Alameda de Cervantes y recordarlo a diario, además de mi apellido materno.
Muy interesante lo que cuentas. El Árbol de la Música da para una tesis doctoral. Es una pena que se conozcan cuatro cosas y no siempre bien hilvanadas.