Vista parcial de la huerta de San Francisco en torno a la cual surgió uno de los barrios más modernos de la ciudad (Archivo Histórico Provincial)
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Por lo general, antaño, el mandato de los alcaldes no se ajustaba, al contrario que ahora, a un periodo de tiempo determinado, o al menos no se conocía que hubiera norma escrita que lo regulara. Respondía, aunque no de manera rigurosa, más bien al ciclo del Gobernador al frente de la provincia porque, como es bien sabido el nombramiento no se producía mediante elección sino en virtud de designación a dedo por la máxima autoridad; los concejales, sí, pero a través de un procedimiento diferente, en la práctica restringido y dirigido. De ahí que por los inescrutables caminos de la política tampoco resultara extraño que el nuevo inquilino del edificio de la calle Alfonso VIII, núm. 2 se tomara un tiempo antes de decidir a quién ponía para dirigir los destinos de la ciudad.
A punto de cumplir un año entre los sorianos desde que Antonio Fernández-Pacheco hubiera reemplazado a Eduardo Cañizares al frente del Gobierno Civil, se producía el relevo en la cúpula del ayuntamiento de la ciudad (lo habitual, conste que no hay razones objetivas para dudarlo, era porque el alcalde saliente había dimitido, al menos esa es la versión oficial que trascendía). De manera que el último día del mes de enero de 1964 Amador Almajano Garcés tomaba posesión como alcalde de la ciudad sustituyendo a Alberto Heras Hercilla con el boato propio de la época pues lejos de tratarse de un hecho que encajara en el ámbito de la normalidad del día a día resultaba ser uno de los acontecimientos de mayor relevancia siempre esperado por los ciudadanos no sin una buena dosis de curiosidad más que de otra cosa porque la realidad tampoco es que importara demasiado. En aquel momento, a punto de llegar al ecuador de los sesenta, la ciudad tenía planteados ya otros problemas que el nuevo primer edil fue acometiendo tan pronto como comenzó a ejercer. El primero, acaso por lo que tenía de novedoso, la aplicación ese mismo año –noviembre de 1964- del nuevo plan de ordenación del tráfico que había dejado listo su antecesor en el cargo. Un importante y progresista proyecto que contemplaba no tanto la remodelación física de los espacios céntricos de la ciudad como las normas a observar en el casco urbano que trajeron consigo la instalación y puesta en funcionamiento de los primeros semáforos y a la postre una auténtica revolución hasta el punto de que especialistas en la materia no dudan en afirmar que se trató de la primera peatonalización. Fue un periodo especialmente intenso en el que se continuó avanzando en la clausura y demolición de la estación vieja y se dieron los primeros para la ordenación urbana del polígono resultante al tiempo que emergía una moderna zona junto a la Dehesa configurada por la que se dio en llamar Casa de la Sección Femenina (Colegio Menor de las chicas en el lenguaje soriano de la época, ahora Residencia Juvenil Antonio Machado), en la entonces plaza de José Antonio, desde no hace tanto de Odón Alonso, que inauguró la Delegada Nacional de la Organización de mujeres del Movimiento, Pilar Primo de Rivera. Muy poco tiempo después se estrenó la Biblioteca Pública, en la época Casa de Cultura, y sin tardar mucho comenzó a funcionar también el Pabellón Polideportivo de la Juventud a pesar de que no llegara a inaugurarse oficialmente ni se llevara a cabo en el transcurso de su larga vida. Además, el Consejo de Ministros había dado luz verde a la construcción de un nuevo Instituto Mixto de Enseñanza Media (el Castilla de ahora), nacido en lo popular con el nombre de Instituto Femenino, puesto que el de siempre, el actual Antonio Machado, resultaba insuficiente para atender las necesidades derivadas del notable incremento de la demografía. De manera que una vez reconvertida la Huerta de San Francisco y urbanizado el entorno con el nacimiento, entre otras, de la calle de Santa Luisa de Marillac, la zona, con la Escuela del Magisterio y las Anejas recién estrenadas, pasó a ser en muy poco tiempo uno de los barrios más pujantes y modernos de la ciudad, si no el que más. Pero el cambio de imagen no solo afectó a este barrio tan próximo al centro de la capital porque muy cerca, en la plaza de Mariano Granados, surgía el enorme edificio de la Caja de Ahorros –en la actualidad en proceso de reconversión-, y sin pretender ser exhaustivos el Parque del Castillo sufría la agresión que suponía levantar, sin saber por qué pues el emplazamiento inicialmente elegido fue otro, el Parador de Turismo, por otra parte, una insignificancia al lado del mamotreto actual, en uno de los miradores naturales más bellos y visitados de la antigua fortaleza de la ciudad, por cierto escasamente atendida siendo generosos.