Plaza Mayor, de la Constitución cuando se construyeron los urinarios públicos, en primer término (Archivo Histórico Provincial)
_____
Los que hasta no hace tanto se conocían popularmente como servicios higiénicos o sanitarios constituían antaño una de las preocupaciones prioritarias del municipalismo. Así se explica que, en el caso concreto de Soria, ya en el año 1883 al ayuntamiento de la ciudad le intranquilizara esta problemática y decidiera colocar en puntos estratégicos del casco urbano los primeros “recipientes urinarios”. El periódico El Avisador Numantino se hacía eco de la novedosa actuación destacando la colocación “de estos nuevos servicios en la Plaza Mayor y la de Herradores” y se pronunciaba, con recelo, al respecto: De todos modos –argumentaba mostrando abiertamente su desacuerdo- no debemos ocultar que las impresiones que su presentación ha producido en la opinión general no ha sido muy favorable por dos razones: la una por el sitio en que se han colocado, tan al descubierto, y la otra porque deja también al id (obviamente, al descubierto) al paciente, atestiguando su operación”. Pero, en fin, aquello no dejó ser una anécdota porque algún tiempo después –en los albores del siglo XX-, el pleno de la corporación acordaba la adquisición de dos urinarios nuevos para colocarlos en la Plaza Mayor y en la de San Esteban respectivamente, y albergaba la posibilidad de comprar uno más con la intención de ubicarlo en la entrada del parque de la Alameda de Cervantes, como así fue.
Pues, en efecto, apenas unos meses después se conocía la instalación de una columna mingitoria en el lugar en que estuvo instalada la fuente del Campo, a la entrada de la Dehesa, y esta vez sí, el Avisador Numantino que había sido beligerante con la novedosa iniciativa apoyó la decisión de la corporación pues entendió “de gran precisión en aquel sitio la colocación de un kiosco de necesidades”.
En este contexto se llega al último tramo de los años veinte, momento en el que la corporación presidida por el recordado Eloy Sanz Villa, médico de profesión, encarga al arquitecto municipal Ramón Martiarena el proyecto de construcción de un evacuatorio subterráneo en la entonces Plaza de la Constitución, más tarde del Generalísimo, pero siempre la Plaza Mayor, que llevaba anejo la urbanización de los jardincillos, o lo que es lo mismo la remodelación –una de las muchas de que ha sido objeto en el transcurso del tiempo- de la plaza más representativa de la ciudad. Una actuación que supuso la construcción de los urinarios propiamente dichos y de los jardincillos, a la que por aquel entonces también hubo que añadir la pequeña casa, no exenta de tipismo, que se levantó con el mismo fin dentro del parque municipal, en la zona de la fuente, junto al palomar. De modo que hubo un momento en que la ciudad llegó a disponer de tres urinarios públicos localizados en las plazas Mayor y Mariano Granados –en ambos casos subterráneos- y en la Alameda de Cervantes que estuvieron funcionando durante años hasta que en el ecuador de los cincuenta del siglo pasado la construcción del monumento al General Yagüe se llevó por delante la soriana plaza del Chupete y, por ende, los urinarios de esta; algún tiempo después desaparecieron los de la Plaza Mayor, también por obras, y ya en la década de los setenta, siendo alcalde Fidel Carazo, el pleno de la corporación que presidía decidió suprimir los de la Dehesa bajo el argumento de su escasa utilidad pública y el elevado costo de personal pues, a mayor abundamiento, la contratación para la explotación de la que los sorianos seguimos conociendo como “terraza del Orejas” obligaba al nuevo concesionario a construir y atender unos evacuatorios públicos anexos y a tenerlos abiertos al público durante el horario de funcionamiento del establecimiento.