La Casa de la Tierra, en la imagen en la sede de la calle Teatro, era uno de los locales habilitados como Colegio Electoral (Archivo Histórico Provincial)
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El próximo 13 de febrero habrá elecciones en Castilla y León
En tiempos también había elecciones lógicamente, pero solo para renovar los ayuntamientos (la organización del Estado era otra), con las connotaciones de todos conocidas, que no viene a cuento recordar. Lo que no había, desde luego, era campañas electorales, y mucho menos con el formato, la agresividad y las descalificaciones de las de ahora, ni por supuesto el desasosiego de hoy en busca del voto, que en definitiva da la impresión de que es lo único que interesa a los candidatos.
Antaño el protagonismo en las elecciones lo tenía el Gobernador Civil que acompañado del Subjefe Provincial del Movimiento, del Delegado Provincial de Sindicatos y de otros jerarcas de la organización sindical lo más que hacía era, según la prensa de la época, viajar a los diferentes pueblos de la provincia, donde todos ellos eran recibidos por el alcalde que fuera, el secretario, el jefe de Falange, el Delgado Comarcal de Sindicatos y los vocales de las entidades sindicales respectivas de la localidad para reunirse con los alcaldes y secretarios de los ayuntamientos de la comarca, así como con los jefes y secretarios de las hermandades de labradores y ganaderos y darles a conocer el alcance y espíritu de las elecciones, transmitiéndoles “las orientaciones precisas”.
Y poco más, a no ser que se diera a conocer la composición de las mesas electorales, por cierto, únicamente de la capital, y la relación de candidatos de algunos de los pueblos más importantes de la provincia, no de todos. Pero sobre todo, mensajes acerca de quiénes tenían la condición de electores, la obligación de votar (“pudiéndose excusar únicamente de hacerlo los mayores de setenta años, los impedidos físicamente, los clérigos y religiosos, los jueces de Primera instancia, municipales y comarcales en sus respectivas demarcaciones jurisdiccionales, y los notarios en el territorio del Colegio a que pertenezcan”), el contenido del voto, las garantías electorales, y el escrutinio, con contenidos como “una administración municipal digna del progreso de la ciudad. Soriano: de tu voto depende conseguirlo, o no te abstengas de votar”. La campaña, como tal, se reducía a la mitad de una columna en la primera página del periódico de no más de treinta líneas, en el mejor de los casos, la víspera de la votación, en la que los candidatos se limitaban a argumentar el motivo de su concurrencia a los comicios, si es que no lo hacía la propia redacción del diario, teniendo el buen cuidado de dejar constancia de su condición de “militante de Falange Española Tradicionalista de las JONS”. Fotos, ni una, a no ser alguna de las de tipo “carné”. Y eso sí, sólo referido al ayuntamiento de la capital, pues de los de la provincia nada se sabía.
Otro tanto ocurría con el desarrollo de la jornada electoral y los resultados, que tampoco suscitaban mayor entusiasmo, al extremo de que los periódicos era habitual que los ofrecieran en sucesivas entregas a lo largo de la semana siguiente, sobre todo los de la provincia.