El convento de San Agustín con la ventana del fielato a la izquierda (Joaquín Alcalde)
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Uno de los últimos anuncios en el tramo final de la larguísima y fatigosa campaña electoral que hemos estado padeciendo estos días ha venido de la mano del alcalde de la ciudad que, con la calculada oportunidad a que tiene acostumbrada a la parroquia, en una visita rutinaria a las obras de la muralla de la margen derecha del Duero se ha despachado con la (buena) noticia de que el ayuntamiento ha cerrado un acuerdo para adquirir la mitad de lo que queda del antiguo Convento de San Agustín, ese edificio emblemático junto al Puente de Piedra, saliendo de la ciudad, desde hace años desocupado, que se encuentra en estado de ruina.
Hablar del antiguo Convento de San Agustín trae inevitablemente el recuerdo, ya en los tiempos modernos, de establecimientos emblemáticos ubicados en el edificio como lo fueron la taberna del Augusto (no confundir con el Mirador-bar) y la tasca contigua conocida como “La alegría del puente”, tan frecuentadas a diario por los vecinos del barrio y en los veranos de antaño, parada obligada para quienes preferían disfrutar de la tarde en el entorno del río. Y, por supuesto, no hay que olvidarse tampoco del fielato ubicado en la planta baja del inmueble, en el que todavía puede verse la ventana alargada desde la que el consumero vigilaba los productos alimenticios y bebidas que entraban en la ciudad para consumo interior. Ni tampoco de la térmica, en las traseras, que la primera central eléctrica con que contó la ciudad, según recuerda el investigador Alberto Arribas.
El Convento de San Agustín fue antes de Mercedarios y originariamente hospital de niños expósitos bajo la protección de la institución de los Doce Linajes. En el edificio del siglo XVI el todavía joven pero ya famoso agustino y poeta Fray Luis de León, fue lector de Gramática en el curso 1555-1556, desconociéndose, no obstante, si llegó a escribir algo mientras permaneció en Soria, observa el recordado José Antonio Pérez-Rioja en su Guía Literaria de Soria.
Un edificio, por lo demás, que dependiendo de quién lo ha ocupado se conoció como de Santi Spiritus y Nuestra Señora de Gracia. Fue parcialmente derruido por el general Durán en el año 1812 y posteriormente desamortizado y subastado el solar en 1871.
A finales del siglo XIX el inmueble se habilitó para viviendas particulares, que estuvieron ocupándose hasta bien entrada la segunda mitad del pasado siglo XX. El último local en cerrar fue la ya citada taberna “La alegría del puente”, un lugar muy frecuentado en cualquier época del año y especialmente durante el verano a la que era obligado acudir para echar un porrón en la calle, sentado en el poyo corrido que había en la fachada.