Vista parcial de la Barriada de Yagüe (Archivo Histórico Provincial)
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Ya ocupadas las conocidas como Casas del Ayuntamiento y de Falange, proliferaron las promociones de viviendas sociales, la mayoría por iniciativa de los antiguos sindicatos a través de la Obra Sindical del Hogar y de Arquitectura, que en veinticinco años construyó 585 en la capital, y del Patronato Benéfico de la Construcción Francisco Franco, con 175 en el mismo periodo, según la información recogida por la publicación oficial de propaganda del Régimen “Soria. España en Paz” editado en 1964, a las que “es preciso añadir las edificaciones erigidas por la Diputación Provincial, Ejército y otras entidades oficiales”, añadía el tomo en cuestión de la editorial Publicaciones Españolas que “fue planeado y patrocinado por la Junta Interministerial creada para conmemorar el XXV Aniversario de la Paz Española y se elaboró y editó siendo Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento de Soria Antonio Fernández-Pacheco y presidente de la Diputación Provincial Juan Sala de Pablo, encargándose de la redacción Gabriel Cisneros Hernández, Subjefe Provincial del Movimiento”.
En este contexto fueron surgiendo sucesivamente el conocido como Grupo Sindical José Solís Ruiz –Delegado Nacional de Sindicatos-, detrás de la Huerta de San Francisco, y promociones como la de la calle Alférez Provisional (ahora de Bienvenido Calvo) en las inmediaciones del cuartel de Santa Clara, la del Pradillo (Grupo San Saturio) frente al colegio de La Arboleda y la del final de la calle Real, llamada grupo Miguel Álvarez, en recuerdo del estudiante fallecido como consecuencia de los incidentes universitarios ocurridos en Madrid en el año 1956 o, en fin, y por no alargar la lista las llamadas por el color de sus fachadas “casas de chocolate” (oficialmente Grupo Virgen del Espino) junto a la Barriada. Por cierto, que tanto en éstas como en las del Pradillo se colocaron en sendas grandes placas –hasta no hace tanto seguían visibles- indicando el número de viviendas, el año de construcción y que fueron promovidas por la Delegación Nacional de Sindicatos, sin que faltara, en su parte inferior, el yugo y las flechas y el escudo de los sindicatos, a la izquierda y derecha respectivamente.
No obstante, el proyecto de viviendas sociales que mejor refleja el espíritu de la época y, sin duda, la actuación más importante, lo constituyó la Barriada de Yagüe. Fue a mediados de los años cuarenta cuando el militar nacido en San Leonardo “promovió la construcción de 200 viviendas ultrabaratas en las afueras de la capital, que contarían además con iglesia, escuela y clínica de urgencia”, se anunció entonces, si bien realmente fueron 305 –a juzgar por las informaciones oficiales- a la conclusión de la última fase en el año 1958.
En cualquier caso, y pese a la diferencia en el tiempo con que fueron surgiendo las nuevas edificaciones, no resultará complicado deducir que todas ellas tuvieron un denominador común: la parafernalia de la colocación de la primera piedra y, desde luego, de la bendición, inauguración y entrega de llaves a los destinatarios aprovechando las fechas emblemáticas del Régimen, que todo hay que decirlo, fue diluyéndose progresivamente en el transcurso de los años. Pero, vamos, no dejaban “de constituir un acontecimiento por todo lo alto” lindezas como éstas: el barrio que fuera “se hallaba profusamente engalanado”; la bendición la llevaba a cabo el Obispo de la Diócesis Saturnino Rubio Montiel, “revestido de Pontifical”, y la entrega de las llaves a los beneficiarios la efectuaban “el Gobernador Civil y Jefe Provincial del Movimiento, [el “camarada” que fuera en el momento], el propio Prelado, y las autoridades, jerarquías y representaciones oficiales”, que eran todas de las de la capital y provincia, por más que la prensa oficialista de la época acostumbrara a calificar la efemérides de “sencillo acto” que a menudo contrastaba con el titular de apertura en la primera: “Una grandiosa jornada sindical en Soria”, “El acto revistió extraordinaria solemnidad”, y otros de idéntico o muy parecido tenor eran los habituales. Había, naturalmente discursos, y “como final del acto cantóse el Cara al Sol por todos los asistentes, dando los gritos de ritual el camarada” que fuera, habitualmente el poncio.