Las Casas de los Camineros, a la derecha, recién construidas (Archivo Histórico Provincial)
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Fue la Administración General del Estado, la única que había, la que levantó el bloque en la avenida de Valladolid, frente a la estación de autobuses.
Unas viviendas que al contrario lo que dijo en su día algún cualificado responsable político con evidente desconocimiento de lo que se traía entre manos y sonrojo de quien pudo escucharle, no surgieron sino como consecuencia de la puesta en práctica de nuevos métodos de organización del trabajo del cuerpo que integraban aquellos abnegados trabajadores públicos que tradicionalmente habían venido teniendo a su cargo el cuidado y la conservación del tramo de carretera del término en que estaban desinados. Fue, por resumir, con la reagrupación de estos singulares y célebres personajes que en un momento determinado de su vida laboral no tuvieron más remedio que abandonar las casillas que habían venido siendo su lugar de residencia al borde de la carretera, en lugares estratégicamente elegidos y no determinados precisamente al azar.
El bloque de las que seguimos conociendo como casas o viviendas de los camineros se levantó al final de los años sesenta. La decisión de los responsables de Obras Públicas de construir este grupo de viviendas precisamente allí qué duda cabe que no la tomaron a la ligera habida cuenta la importancia de las carreteras que convergían en el que en aquel momento era un nudo clave para la circulación interurbana por el tráfico que absorbía pero sobre todo por la proximidad del Parque y Talleres ubicados en la acera de enfrente, en los viejos Cocherones, en el solar donde, al cabo de un montón de años, se construyó la Estación de Autobuses.
Cuando se abordó el proyecto de las Casas de los Camineros el paraje quedaba todavía lejos del centro de la ciudad; la configuración de la avenida de Valladolid, especialmente en su primer tramo, no difería en exceso de la que conocemos hoy, y la parcela en la que se construyeron las viviendas, y en general el lugar, eran fincas de labor que se cultivaban. En todo caso, se trataba de un entorno emergente. Había desaparecido el fielato de consumos, en el que por cierto estuvieron instaladas en los primeros momentos las oficinas de la empresa que construyó las viviendas de la Barriada de Yagüe cuando se reordenó parcialmente la zona y surgieron nuevas edificaciones, en parte de cuyo solar se levantó el bloque de los camineros. Cuando surgieron nuevas necesidades, idéntica suerte corrió el transformador aledaño de la Electra de Burgos, una construcción característica propiedad de la compañía que suministraba entonces la luz a la ciudad, en tanto que en las proximidades se había construido ya el edificio de la Comandancia de la Guardia Civil, se encontraba instalada y funcionaba desde casi diez años antes la moderna estación de servicio CICA (Ciriaco Caballero) en la entonces conocida como carretera de circunvalación -de hecho era eso y no otra cosa-, es decir, la calle de Eduardo Saavedra, y no tardaría en levantarse el hotel Caballero, uno de los iconos del sector de aquellos tiempos que exteriormente sigue conservando la imagen que tuvo en sus orígenes hasta el punto de que incluso así se le sigue conociendo en amplios sectores de la sociedad soriana.
Todo ello ocurría en la zona de los Prados Bellacos cuando el paraje eran todavía fincas de labor y se cultivaban.