TERESA BERGANZA, EN SORIA

La mezzosoprano madrileña Terea Berganza, durante su última actuación en el Otoño Musical Soriano (Valentín Guisande. Diario de Soria-El Mundo)

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Ha fallecido la mezzosoprano madrileña Terea Berganza. Como recuerdo de su última actuación en Soria, en el Otoño Musical Soriano, reproducimos el texto de mi libro «Soria curiosa» (Primera edición Junio 2013) con la anécdota que protagonizó aquel día. Es el siguiente:

El Otoño Musical Soriano es, con probable seguridad, una de las manifestaciones artísticas de mayor nivel, sino la que más, de cuantas se celebran a lo largo del año en la ciudad. Un acontecimiento que desde su inicio en 1993 traspasó el umbral de lo cultural para constituir un acontecimiento social de primer orden.

En su ya dilatada historia el festival ha sido testigo de estrenos mundiales y de numerosas obras de encargo para él y han pasado por el Centro Cultural Palacio de la Audiencia cualificadas orquestas españolas,  destacados directores, grupos instrumentales acreditados, agrupaciones corales de reputación contrastada, un amplio número de variados y prestigiosos solistas y cantantes que han ido dejando la impronta de su arte en las más cualificadas salas del mundo.

En este amplio y riquísimo elenco figura la mundialmente conocida mezzosoprano madrileña Teresa Berganza, que se estrenó en el escenario del Centro Cultural Palacio de la Audiencia en la primera edición de la cita musical y volvió a hacerlo, con posterioridad, en dos nuevas convocatorias, siempre con notable éxito. Su última comparecencia tuvo lugar el 20 de septiembre de 2005, en la decimotercera edición del Otoño Musical Soriano, cuando el festival se encontraba desarrollando la segunda parte de la programación. Le acompañaba el pianista Juan Antonio Álvarez Parejo.  Aquel día se agotaron las localidades, como es fácil suponer, y en el auditorio no cabía un alfiler. Máxima expectación, por tanto, y mucha gente en la calle sin poder comprar una entrada.

Hasta aquí más o menos lo previsible, o sea lo que había ocurrido en las actuaciones precedentes de la cantante o figuras de su talla. Sin embargo esta vez el concierto iba a tener otra ambientación con la que el público, sinceramente, no contaba, lo que si se permite vino a poner la nota de distinción que lo hizo diferente de los demás y puede que hasta casi único.

Para abrir el concierto, había interpretado un tema de Vivaldi, que encandiló al público. Cuando los asistentes al recital se disponían a escuchar la segunda obra del programa apareció en el escenario no la Teresa Berganza diva sino la humana y desenfadada y en medio del asombro general se presentó a la audiencia cual si se tratara de una desconocida diciendo textualmente: “Soy Teresa Berganza, con B. No sé si habrá alguna Teresa Venganza, con V, yo desde luego no la conozco”, dijo sin inmutarse aunque se le advertía un mal disimulado sentido del humor que finalmente no pudo ocultar en velada alusión a la errata que se había escapado en el programa oficial del festival en el que la inicial de su apellido aparecía con V. Se le volvió a aplaudir, en desagravio, y continuó el recital como si no hubiera pasado nada.

La segunda parte la inició cómo estaba prevista. Pero curiosamente de nuevo tras la pieza de apertura volvió a hacer un inciso para confesar, en esta ocasión, que se encontraba enferma y que prácticamente desde el comienzo del concierto padecía inflamación del colon por lo que consideró oportuno advertir que si el público veía que se desplomaba no se preocupara, que el motivo era ese y no otro. Con evidente gesto de dolor, que  a duras penas trataba de reprimir, pidió, con su innata elegancia y saber estar, que le trajeran una silla, lo que llevó a cabo de inmediato el pianista que le acompañaba Juan Antonio Álvarez Parejo, a la sazón, yerno suyo, que no tardó en aparecer por uno de los laterales del escenario con una vieja y cutre donde la hubiera, de tijera, metálica y de asiento enrejado, que no pudo por menos que suscitar las risas, si es que no carcajadas, del público de la sala que estaba asistiendo a una escena verdaderamente divertida además de inédita. Con delicadeza exquisita pero sobre todo con el oficio que tienen las grandes estrellas, Teresa Berganza lo es, rehusó cortésmente  utilizarla hasta que al cabo de un rato uno de los empleados de la sala le ofreció una más alta, de las que suelen utilizar los contrabajos de las orquestas, en la que terminó por acomodarse al tiempo que le garantizaba poder seguir ofreciendo el concierto hasta el final, como así fue, aunque a su conclusión comentase ya en el camerino a sus más allegados y a algún aficionado que había acudido a saludarla, y a interesarse por su salud, que en sus tiempos de juventud no hubiese continuado cantando.

Pero en noche de distensión, de anécdotas y de sobresaltos, quedaba por venir lo mejor. Una nueva sorpresa que hacía la velada todavía más festiva y entrañable. El público no dejaba de aplaudir tras la última obra del programa en tanto que desde el centro del escenario los intérpretes correspondían a la gentileza que se les estaba dispensando. Fue el preciso momento en que el mismo empleado de la sala que le había traído un rato antes la famosa silla irrumpió de nuevo en el escenario empujando ahora un pequeño carromato cargado con una B enorme, adornada con luces intermitentes, que advirtió la cantante con aires de asombro y no sin complacencia, un buen rato después, cuando una vez más volvía a desaparecer de la vista del público tras agradecer la prolongada ovación que se le estaba dispensando. Más tarde se supo que la idea de “devolverle” la “B” a Teresa Berganza fue del propio director del festival, el maestro Odón Alonso, y los autores materiales los trabajadores del Centro Cultural Palacio de la Audiencia que la improvisaron sobre la marcha. Cantante y pianista volvieron a salir de nuevo a recoger los aplausos de los asistentes y ofrecieron dos piezas de propina. Teresa Berganza aún sacó la vena humorística de que había hecho gala durante el recital al confesar en voz alta que confiaba en que fueran a verla al hospital si es que aquella noche la tenían que ingresar en el hospital porque no se encontraba nada bien.

Yo tuve el privilegio de asistir al recital.