Retablo del altar mayor de la ermita de San Saturio
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RATONES EN LA ERMITA DE SAN SATURIO
El titular que antecede, lejos de pertenecer al terreno de la ficción, es rigurosamente cierto. Porque en efecto, hace ya algunos años –no muchos- el empleado municipal, que no santero como antaño, que estaba al cuidado de la ermita de San Saturio, advirtió a sus superiores de la presencia de visitantes tan exóticos en el santuario como sin duda fueron los roedores con que se encontró un buen día campando a sus anchas por las instalaciones. Y no los vio en un lugar cualquiera o si se quiere de los menos frecuentados por los visitantes y el personal de vigilancia como parecería responder a la lógica más elemental sino que por el contrario se topó con ellos en la mismísima capilla del Santo, y para ser todavía más precisos detrás del retablo del altar mayor ¡!.
Hay constancia que el responsable del cuidado de la ermita hizo lo que tenía que hacer, que no fue sino poner de inmediato el hecho en conocimiento del jerárquicamente superior a él.
Hay constancia también que quien era competente para tomar decisiones ordenó de inmediato la visita a la ermita para ver de qué iba lo de los ratones y la emisión del consabido y rutinario informe técnico a que tan acostumbrados estamos cuando se le quiere dar largas al asunto, por más que termine sirviendo para muy poco si es que no para nada.
Lo que no sabe uno, ni le consta, por supuesto, es la decisión que finalmente se pudo tomar. Oficiosamente sí se sabe que el tal informe técnico no tuvo mayor recorrido. Es decir que en la instancia correspondiente se hizo caso omiso de él y, en consecuencia, los ratones siguieron pululando por el lugar como si tal cosa hasta que se les terminó perdiendo la pista si es que no se mudaron a otro lugar o sencillamente acabaron extinguiéndose, que de todo pudo haber. No sabe.