PARAJES Y LUGARES DE LA SORIA DE ANTAÑO (IV)

El barrio del Matadero Viejo con el convento de La Merced al fondo (Archivo Histórico Provincial)

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Muy cerca de la Plaza de Abastos, o de Bernardo Robles, está el Ensanche, o lo que es lo mismo la plaza de San Blas y El Rosel, popularmente de la tarta. El ensanche del Collado se produjo en los primeros años del siglo pasado con el derribo de varios inmuebles existentes en la confluencia de la arteria principal de la ciudad en su confluencia de las carreteras de Soria a Logroño y de Taracena a Francia, en la actual plaza del Rosel, con el fin de procurar una amplitud suficiente para el tráfico de vehículos. Se trataba de uno de los puntos más críticos en relación con el tráfico de la ciudad, según observa la profesora Monserrat Carrasco en su libro “Arquitectura y Urbanismo en la ciudad de Soria. 1876-1936”

También en esa zona céntrica de la ciudad resulta obligado dejar constancia del Matadero Viejo, por el barrio que había en el entorno del antiguo convento de la Merced, configurado principalmente por las calles Calixto Pereda y Sanz Oliveros, y no por el matadero anterior al actual en Valcorba que estuvo en La Arboleda, en la calle Obispo Agustín, donde se encuentra ahora el cuartel de la Policía Local. El nuevo barrio que surgió en el que los sorianos de antaño conocían como del Matadero Viejo tomó la configuración que tiene ahora en los primeros años sesenta con el derribo de las antiguas edificaciones y la construcción de las que conocemos ahora.

Espacio muy céntrico también que cambio por completo y desapareció como tal al ser objeto de urbanización es el llamado Campo del Ferial, es decir, el enorme espacio que había entre las traseras del edificio de Correos y Telégrafos y la calle Tejera, reconvertido al final de los años cuarenta y primeros cincuenta, donde se establecían los circos ambulantes que pasaban por la ciudad, funcionaba el mercado semanal de los jueves, se acomodaban la feria de ganados y el mercadillo, una especie de rastro este, que funcionaba esos días y en la temporada de trashumancia era descansadero de los rebaños de merinas procedentes de la sierra soriana, donde habían estado pastando durante el verano, con destino a  las tierras de Extremadura para disfrutar de los pastos del invierno; unos meses antes, a finales de mayo y como mucho primeros de junio, con ritual semejante, el viaje se había realizado a la inversa con al aura de idéntica o muy parecida parafernalia.

Algo más arriba del Campo del Ferial, ya en las afueras, no mucho más allá de la zona de discobares en las inmediaciones de la ya vieja prisión de la calle Las Casas, estaba la huerta de Vicente Álvarez, a la que los vecinos de los alrededores tenían por costumbre acudir a recoger agua potable para el consumo cuando la vieja red de abastecimiento de la ciudad se veía superada por las consecuencias derivadas de una fuerte tormenta y especialmente porque el fluido que salía al abrir el grifo era barro.