PARAJES Y LUGARES DE LA SORIA DE ANTAÑO (VI)

La fábrica del Asperón, en la actual U-25,comn las Anejas al fondo (Ángel Arancón)

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El derribo de la estación del ferrocarril Soria-San Francisco o del Torralba en el argot ferroviario y la urbanización al final de la década de los sesenta del extenso espacio resultante cambió de arriba abajo la fisonomía del entorno al tiempo que propiciaba el ensanche de la ciudad, que por el mediodía finalizaba en la que siempre conocimos y se sigue conociendo como la Estación Vieja para no confundirla con la otra, la del Cañuelo –nombre oficial-, llamada popularmente por los sorianos Estación Nueva, construida algunos años más tarde.

En terrenos del área de la estación del Cañuelo, en el paraje conocido como Las Chorreras o la Huerta del Cañuelo –que es el que se pretende subrayar- alguien con visión de futuro creyó que la mejor solución era levantar allí la primera estación de tren, la del Torralba, de tal manera que la controversia fue el germen de una fuerte polémica entre defensores (chorreristas) y detractores (antichorreristas) como recordó y dejó escrito bastantes años después el notable investigador y erudito soriano Víctor Higes en una de sus colaboraciones semanales en el entrañable Hogar y Pueblo.

El caso es que estos topónimos pasaron a formar parte de la historia de la ciudad así como los Altos de San Francisco, por la amplia franja de terreno que comenzaba en la vieja Escuela de Magisterio y por situarnos una vez superada la calle Eduardo Saavedra llegaba hasta las traseras de la gasolinera del San Andrés. En los primeros años setenta los Altos de San Francisco fueron declarados zona industrial, con beneficios económicos para las empresas que se instalaran en él, en la actualidad en profunda reconversión.

Al final de la actual avenida Duques de Soria -en sus orígenes de la Victoria-, en la actual U-25, se encontraba la fábrica del Asperón, que daba nombre al entorno. El asperón fue un producto de limpieza de los suelos de tarima, muy usado durante décadas, que fue inventado por el soriano Casto Hernández, del que como recuerdo se sigue conservando la memoria del paraje.

Y más arriba todavía había un paraje conocido como Paseo del Hambre que en realidad no era más que una senda que iba desde el final de las conocidas como Casas del Ayuntamiento y de Falange y tras atravesar la extensa parcela que ocupa hoy el Instituto Castilla -el Instituto Femenino en la época- terminaba a las afueras, donde no había más que campo.