Iglesia de Santo Domingo (Joaquín Alcalde)
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Como cada 11 de agosto, este jueves -hoy- ha tenido lugar en la iglesia de Santo Domingo una de las celebraciones religiosas más entrañables, además de típicamente soriana, de cuantas se desarrollan a lo largo del año en la ciudad. Una celebración que trasciende lo religioso para adentrarse en el campo de la cultura local y su etnología.
Se trata de una convocatoria, por otra parte, desconocida para una parte de suyo significativa de sorianos que, junto a los ocasionales visitantes saturaban a esa hora las calles céntricas y las terrazas la mañana de este jueves –día de mercado- de agosto. La realidad es que las naves del templo han vuelto a llenarse y las sillas supletorias que se suelen ofrecer para la ocasión han resultado insuficientes.
Es reconfortante y al mismo tiempo un placer asistir a la liturgia que se sigue con expectación y profundo respeto y no menos interés por la singularidad que ofrece.
La cita ha sido, como siempre, a las doce, y como en alguna otra ocasión, y por motivos bien diferentes, la celebración ha revestido una especial relevancia pues ha estado presidida por el arzobispo emérito de Zaragoza, el agredeño y soriano Vicente Jiménez Zamora, ex obispo de la diócesis de Osma-Soria y ex presidente del Cabildo de la Concatedral, pero sobre todo una persona muy querida aquí.
Este 11 de agosto –hasta la reforma del calendario litúrgico era el 12- se ha vuelto a oficiar una misa solmene, cantada por el coro de la Comunidad de las Clarisas.
Al final, con una reliquia de la santa colocada en la mesa del altar, se ha dado lectura y cantado el Tránsito de Santa Clara, en medio del fervor generalizado.
Luego, una de las monjas he recordado el milagro de los panecillos, que tras ser bendecidos se han entregado a los asistentes a la celebración religiosa.