EL COLLADO, CERRADO AL TRÁFICO

El Collado, en una imagen de los años cincuenta (Archivo Histórico Provincial)

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La recuperación de la calle para los ciudadanos (ahora también para las terrazas de los bares) ha sido una constante y un logro de los ayuntamientos democráticos, que son los que la han impulsado y propiciado, promoviendo actuaciones de este tipo u otras de índole semejante.

En cualquier caso, la peatonalización no es un concepto moderno, incluso en Soria, donde hace la friolera de 60 años bien cumplidos el ayuntamiento de la época, siendo Alcalde Alberto Heras Hercilla, llevó a cabo un importante y progresista proyecto que contemplaba no tanto la remodelación física de los espacios céntricos de la ciudad –lo que con más o menos acierto se está haciendo ahora- como la ordenación del tráfico, que supuso una auténtica revolución. En cualquier caso, qué duda cabe que se estaba ante la primera peatonalización. Porque, en efecto, el establecimiento de unas nuevas normas de circulación, que modificaron de arriba abajo el sistema que venía funcionando hasta ese momento, trajo consigo además la instalación y puesta en funcionamiento de los primeros semáforos, un sistema novedoso, al menos aquí en Soria, para regular la circulación de vehículos, que no dejó de suscitar controversia acostumbrados como estaban los conductores y peatones a la figura del guardia de circulación que había llegado a formar, para qué negarlo, parte integrante del mobiliario urbano. De tal manera que desde el Consistorio abundaron reiteradas peticiones públicas de “colaboración por parte de todos” y no se escatimaron esfuerzos, incluido el desplazamiento desde Madrid de un célebre y recordado agente urbano de tráfico para adiestrar teórica y prácticamente a sus compañeros de Soria.

Fue el día 1 de octubre de 1960 cuando comenzó a aplicarse la avanzada y exhaustiva norma y, por tanto, la circulación de vehículos por el interior de la ciudad de manera muy diferente. En este sentido, establecía la velocidad máxima de 30 kilómetros por hora en la totalidad del caso urbano; señalaba las nuevas zonas de aparcamiento de turismos, camiones y motocicletas, en torno al eje del Collado y aledaños; fijaba las paradas de taxis en las plazas de Herradores (Ramón Benito Aceña), Ramón y Cajal, San Blas y el Rosel y Generalísimo Franco (plaza Mayor), limitando a 15 minutos el estacionamiento en la calle del General Mola, y prohibía asimismo el estacionamiento en las calles de San Agustín (zona del puente), Ferial, Campo, Santa María y Aguirre, y en el paseo del Espolón, entonces parcialmente del General Yagüe y calle Burgo de Osma. Sin embargo, entre las muchas novedades del proyecto puede que la principal, o si se quiere de mayor impacto, residiera en las calles que pasaban a ser de una sola dirección  y, entre ellas, naturalmente, el propio Collado (todavía oficialmente del General Mola), en el sentido Marqués del Vadillo a la Plaza Mayor, por cuyo tramo estaba prohibido circular diariamente entre las ocho de la tarde y las once de la noche, y los domingos y festivos de once y media de la mañana a tres de la tarde y de seis a once de la noche; aunque en el caso de los camiones y ómnibus (sic) la restricción era notablemente mayor: de once y media de la mañana a once de la noche todos los días de la semana.