Capilla con la imagen de la Piedad en los soportales del Collado (Alberto Arribas)
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Por lo general, suelen pasar desapercibidos, y eso que llevan toda la vida (es un decir) colocados en los mismos edificios, todos ellos suficientemente conocidos en la ciudad. Nos estamos refiriendo a un pequeño conjunto de templetes, mosaicos y bajorrelieves con motivos religiosos que los promotores de las edificaciones decidieron colocar en su momento en lugares estratégicos y bien visibles de los inmuebles respectivos, casi siempre en la fachada principal, por más que su ubicación quede reducida a lo testimonial y de suyo más que ignorada pase desapercibida para un sector significativo de los ciudadanos.
Es verdad que esta práctica no abunda, pero quizá por ello merezca la pena efectuar un ligero recorrido por los más conocidos que son, sin ningún género de dudas, los que pasan menos inadvertidos, es decir, en los que en el transcurso del tiempo más nos hemos fijado o nos han llamado la atención.
La actuación más reciente que se recuerda, entre las últimas llevadas a cabo, se ha producido en la remodelada casa número 5 de la avenida de Mariano Vicén, una rara muestra de arquitectura doméstica soriana, según el Plan General de Ordenación Urbana, con el característico templete de San Saturio situado a la altura del primer piso del inmueble. Otro símbolo, doble, por cierto, nos lleva al edificio ubicado al final del paseo del Espolón conocido coloquialmente por el apodo de su promotor –que no viene al caso- y construido al comienzo de los años cincuenta del siglo pasado, en el que están colocados en lo más alto un mosaico del patrón de la ciudad, San Saturio, y otro de la Virgen de la Soledad, cabe suponer –hasta donde uno sabe- que por la devoción que les profesaba el artífice del quizá bloque más importante de la ciudad en aquel momento. Mosaicos también –en realidad, se trata de tres pequeños azulejos- pueden verse, uno, en la calle Clemente Sáenz, en la parte superior de la puerta de entrada a la casa número 9, con la figura de San Saturio. Para dar con otro no queda más remedio que salir del casco urbano de la ciudad y pasear por la margen izquierda del Duero, en dirección al Perejinal; en una de las contadas edificaciones que existen en el entorno se encuentra una representación de San Isidro Labrador. Y el tercero, en la ermita de San Saturio, en el pórtico de la escalera exterior, con el santo anacoreta como no podía ser de otra forma.
En este breve, y a salto de mata, recorrido hay que dejar constancia de un motivo religioso más en la calle como es el medallón dedicado al Sagrado Corazón colocado en la casa de Juan Díaz, construida en 1925, en la entonces avenida de Ruiz Zorrilla (en la actualidad de Navarra), exactamente en el chaflán que hace esquina con la plaza de los Jurados de Cuadrilla. Pero uno de los rincones más entrañables, más soriano, y, por ello, acaso el más representativo además de contemplado aun sin proponérselo expresamente, es la pequeña capilla situada al final de los soportales de El Collado, en el lado izquierdo, bajando hacia la Plaza Mayor, junto a la desaparecida, por más que típica, papelería y librería Jodra, con la imagen de la Piedad desmontada en sucesivas ocasiones para llevar a cabo tareas de limpieza y reparación tanto del lienzo como de la hornacina y garantizar su estado de conservación. Porque había otra pequeña capilla en la fachada de un inmueble de la calle Mayor, hace años demolido, que se perdió con el derribo del edificio.