Antigua casilla de Camineros, reacondicionada como aula de exámenes de conducir, junto al circuito deportivo de Valonsadero (Mari Carmen Sánchez)
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Aunque, evidentemente, resulta difícil que pase desapercibida, muchos, sin embargo, puede que desconozcan la razón de ser de una edificación, en aparente buen estado de conservación, que lleva ya bastante tiempo cerrada y sin uso, que se sepa, en las proximidades del circuito deportivo de Valonsadero. Alguna pista puede dar la instalación aneja por la que, al margen de las posibilidades de ocio que ofrece hoy el entorno, han pasado, sobre todo, infinidad de aspirantes a conductores, pues no en balde fue durante muchos años el lugar elegido por la administración competente para llevar a cabo las pruebas para la obtención del permiso de conducir.
Pues bien, en el paraje conocido como Las Estiradas se ubicó, mediada la década de los sesenta, un complejo en el que el antiguo Ministerio de la Gobernación, por medio de la Jefatura Provincial de Tráfico, promovió la infraestructura necesaria en la que pudieran celebrarse los exámenes de conducir, tanto teóricos como prácticos, en las mejores condiciones de seguridad e idoneidad posibles. Las instalaciones comprendían la construcción de una pista y la adaptación del edificio contiguo, que ni de largo era de nueva planta sino que por el contrario se trataba de una antigua casilla de peones camineros –entonces al mismo borde de la carretera nacional N-234, la de Burgos- que al quedar desvinculada del uso que había tenido hubo que desafectar previamente, de manera que pudiera utilizarla Tráfico. Su tipología y un lienzo, en blanco, en la fachada este del inmueble, en el que constaban las distancias kilométricas a otras ciudades, continúan posibilitando su fácil identificación y la utilización que tuvo, después de cuarenta años.
Hasta su traslado a este enclave, los ejercicios orales para la obtención del carné de conducir se venían efectuando en un Aula de la Escuela de Magisterio (en las entonces flamantes instalaciones de la Ronda Eloy Sanz Villa) y los prácticos, en lugar adecuado de la vía pública autorizado por el Ayuntamiento” (en el Paseo de San Andrés, detrás del Polideportivo de la Juventud, y zonas aledañas, en los últimos tiempos). Un informe de la Delegación Provincial de Industria avalado por una estadística que aconsejaba el cambio de ubicación fue decisivo. La estadística aneja según la cual el número de permisos de conducir de todas clases concedidos en 1954 ascendió a 147, y que diez años después, en 1964, la cifra era de 1.215, fue el argumento clave para reivindicar la necesidad de “contar con un lugar en las afueras, provisto de rampas, cruces de calles, local para estación de pruebas y reconocimientos, donde puedan llevarse a cabo no sólo las pruebas de aptitud, sino también de enseñanzas teóricas y prácticas de conducción”. Y lanzaba el mensaje final de que “esta idea que es ya proyecto en alguna Capital debe desarrollarla la iniciativa privada o ser impulsada por el Excmo. Ayuntamiento o Entidades de Ahorro, proporcionando los terrenos necesarios para ello a precios asequibles”. La respuesta no se hizo esperar. La localización de las pruebas prácticas, cuando las realizaba la Jefatura de Industria delante de las dependencias administrativas de la actual Comisaría de Policía, entonces el hotel Florida, y expedía el carné de conducir la de Obras Públicas, en la calle Diputación, donde está la sede central de la Caja Rural, había pasado, desde hacía tiempo, a formar parte de la intrahistoria de la ciudad.