El patio del Hotel Comercio, uno de los clásicos locales de cuadrilla de antaño, en las fiestas de 1970 (Archivo Histórico Provincial)
_____
Las cuadrillas llevan ya unas cuantas semanas calentando motores ante el inminente arranque de la cuenta atrás del rosario de las celebraciones sanjuaneras que nos aguardan. Los Jurados ya tienen las llaves de los locales de Cuadrilla. De los modernos locales.
Cuando la ciudad acababa poco más allá del edificio de Correos no podía hablarse de locales de Cuadrilla propiamente dichos. No hay más que rebobinar el disco duro de la memoria para recordar las destartaladas y en general cochambrosas instalaciones –solían ser siempre las mismas-, que habilitaban los sucesivos Jurados para el Catapán, el reparto de La Tajada y los Agés, lo fundamental y básico entonces, como ahora, porque la tajada cocida del Domingo de Calderas se repartía en la Dehesa, salvo para las cuadrillas de La Cruz y San Pedro y Santa Catalina que lo hacían en La Arboleda.
Pero a diferencia de los locales de ahora, que se decoran con profusión, esmero y buen gusto, todo hay que decirlo, los de entonces eran sencillamente cocheras, portalones, bajos de alguna trastienda o cualquier otro lugar aparente que los hacía únicos si es que no cutres en el lenguaje de hoy.
Típicos y singulares eran, por ejemplo, el patio porticado de la desaparecida casa del sacristán de El Salvador, al comienzo de la calle de Santa María, contigua a la iglesia que da nombre a la cuadrilla; el asimismo viejo patio que hasta no hace mucho pudo verse en la calle Instituto en su confluencia con la de Teatinos, en el que se ubicaba la de El Rosel y San Blas; los bajos del antiguo Parador del Ferial, donde estuvo el bar Alcázar, –junto a la iglesia de El Salvador- destinados tiempo atrás a cuadras para las mulas; el patio del Hotel Comercio, sede casi permanente de la cuadrilla de San Esteban; el recientemente desaparecido Trinquete, al final de la calle Zapatería, donde funcionaba la cuadrilla de La Mayor; el herradero del Jacob en las Concepciones, detrás del edificio Revilla, que temporalmente compartía las instalaciones con la parada de sementales del Ejército, donde había dos cuadrillas, una de ellas la de La Blanca, la otra puede que fuera la de Santa Bárbara; las salas de despiece del viejo y desaparecido matadero junto al colegio de la Arboleda, hoy Cuartel de la Policía Local, que utilizaban las de San Pedro y Santa Catalina, y el mismísimo patio central del Palacio de los Condes de Gómara, ocupado en su totalidad por las dependencias del Frente de Juventudes, donde se establecía la cuadrilla de San Miguel.
Con el paso de los años algunos de estos locales, que de por sí resultaban inservibles y terminaron siéndolo de verdad, dejaron de utilizarlos las cuadrillas y pasaron a ocupar otros, pudiera decirse más modernos o si se quiere funcionales, como el desaparecido no muchos años más tarde de la Hermandad de Labradores, junto a la plaza de toros, en el que se metió La Blanca; el también demolido fielato de la avenida de Valladolid, frente a la estación de autobuses, que albergó a la cuadrilla de El Salvador; los porches de la vieja Audiencia, cuando todavía radicaban allí las tercermundistas dependencias del juzgado, la fiscalía y la cárcel, o el corralón de la calle Instituto, más bien en la plaza del Vergel, en el que estuvo la Escuela de Artes hasta su traslado a su actual ubicación.
No obstante, la nota de singularidad de la época y puede que única al menos en los tiempos modernos, la puso un año (1943) la cuadrilla de Santo Tomé, San Clemente y San Martín, que se decidió por el pórtico de la iglesia de Santo Domingo para proceder tanto al reparto de la tajada como a la subasta del Sábado Agés. Ocurrió a propósito del rodaje de una película de pequeño metraje de las fiestas para el NO-DO, el cortometraje propagandístico que durante el Régimen de Franco fue de proyección obligada en las salas de cine previamente al pase de la película que se anunciaba en la cartelera.