EL PALACIO DE LOS RÍOS Y SALCEDOS

El Palacio de los Ríos y Salcedos cuando todavía era Cuartel de la Guardia Civil (Archivo Histórico Provincial)

_____

El Archivo Histórico Provincial es uno de los puntos de referencia de la actividad cultural de la provincia. Tuvo que transcurrir medio siglo y superar una serie de vicisitudes, algunas verdaderamente difíciles, para erigirse en una institución viva, moderna y perfectamente entroncada en la vida soriana en general y en el ámbito cultural en particular.

En una publicación de la Consejería de Educación y Cultura de la Junta de Castilla y León se señala que ya desde 1942 se venía sintiendo la necesidad de disponer de un local adecuado para recoger los fondos documentales de la provincia, aunque casi veinte años antes la Comisión Provincial de Monumentos ya había dejado constancia de semejante inquietud.

En todo caso, no va a ser hasta después de la Guerra Civil cuando se sentirá la verdadera necesidad de abordar el proyecto. Tendrán que pasar otros quince años para que por fin el Ministerio de Educación  Nacional acordara la creación del Archivo Histórica Provincial de Soria en 1956 y se nombrara directora del mismo a la Archivera de Hacienda, Concepción García Hernández, trabajo que compatibilizaba con el de profesora de literatura e historia del entonces Instituto Nacional de Enseñanza Media (el actual Antonio Machado) y, según todas las fuentes, la verdadera impulsora del nuevo centro.

El mismo texto legal disponía que el Archivo se instalaría en el edificio que en aquel momento ocupaba la Biblioteca Pública y en el que se estaban realizando obras para su adaptación a Casa de la Cultura de Soria, que no era otro sino la Casa del Común, en la Plaza Mayor (entonces del General Franco), actual sede del Archivo Municipal, que en diferentes etapas de la vida local había tenido otros usos: parque de bomberos y durante un breve espacio de tiempo dependencias administrativas del consistorio. En el histórico local ingresaron los primeros fondos que hasta ese momento se encontraban, por lo que se ha contado, en muy malas condiciones en el convento de los Carmelitas.

La precariedad y la falta de espacio fueron desde el primer momento el denominador común, pero allí estuvo hasta finales del año 1968 en que se trasladó, junto con la Biblioteca Pública, al nuevo edificio de la Casa de Cultura de la calle de Nicolás Rabal, ocupando un espacio muy pequeño, en el que apenas se podían desarrollar las funciones propias de su cometido. Tal es así que en muy poco tiempo no quedó más remedio que habilitar nuevos locales en un edificio diferente. Fueron los sótanos de la Delegación de Cultura en la calle Campo, y más tarde, aunque en la misma ubicación, del edificio del ya Servicio Territorial de Cultura de la Junta de Castilla y León, no en las mejores condiciones de funcionalidad, por cierto.

En esos permaneció hasta que a comienzos de la década de los noventa pasó a ocupar las actuales dependencias del palacio plateresco de los Ríos y Salcedos, en la plaza del San Clemente, la del Tubo –durante tanto tiempo referencia de la zona de alterne de la ciudad y de celebraciones festivas-, esquina a la calle Aduana Vieja, que se encuentra medio tapado por la mole (hoy de propiedad particular) que levantó la Telefónica en los años cincuenta para la nueva central automática, con destinos anteriores variopintos y curiosos.

En efecto, el edificio, que habían ocupado las Concepcionistas y más tarde las hermanas de Santa Clara hasta que encontraron acomodo en el Convento de Santo Domingo tiene su historia. Objeto de desamortización, fue adquirido en la segunda mitad del siglo XIX por particulares que lo alquilaron a la Guardia Civil. El benemérito instituto lo estuvo ocupando como cuartel y dependencias anejas hasta 1966 cuando se trasladó a su actual emplazamiento de la calle Eduardo Saavedra, aunque en el ínterin no faltaron proyectos como el de rehabilitación para sede de la Delegación del Banco de España. Al desalojarlo la Benemérita el edificio quedó lógicamente vacío, y durante algún tiempo fue empleado por los dueños de los bares del Tubo como almacén de bebidas.

Tras un largo proceso de gestación, cuyas primeras actuaciones se remontan a 1980, el Ministerio de Cultura lo compró en 1988 al Colegio de Arquitectos que, a su vez, lo había adquirido a unos particulares. Entre ese año y el 1993 se llevó a cabo su rehabilitación y la construcción de un pabellón anexo, lindero con la muralla o cerca de la ciudad. Se inauguró oficialmente el 14 de abril de 1993.

La conservación del palacio, con rasgos renacentistas que se concentran en su emblemática portada y en su peculiar ventana en esquina, ha permitido que se mantenga en pie uno de los muros de la desaparecida iglesia de San Clemente; pared que no llegó a derribarse por ser medianera con el palacio y parte de su sustentación. Muro que sigue pudiéndose ver en el patio central del edificio, el destinado a las exposiciones temporales.