Edificio del Gobierno Militar, que ahora llaman «La casona» (Joaquín Alcalde)
____
Estos últimos días se ha hablado lo suyo sobre la rehabilitación de la antigua iglesia de Santa Clara y de su puesta a punto para destinar las nuevas instalaciones a usos culturales. Sin solución de continuidad se he producido también la inauguración de la nueva sede de la Subdelegación de Defensa, en la avenida Duques de Soria (U-25), que asimismo ha tenido su eco en la calle.
Hay que agradecer al ayuntamiento el trabajo de unos cuantos (bastantes) años para recuperar un espacio que llevaba mucho tiempo infrautilizado y, si se quiere, un estorbo sin utilidad alguna, no lejos del centro urbano. Se está hablando del que se ha dado en llamar en esta nueva etapa Espacio Santa Clara, que con el edificio de al lado, el del antiguo Gobierno Militar –últimamente Subdelegación de Defensa-, y el pabellón en el que se ubica el Instituto de Ciencias de la Salud, remodelado hace años, son los únicos edificios que quedan en pie del antiguo cuartel que conocieron/conocimos los sorianos.
Llamar Espacio Santa Clara al que fue antiguo convento de las clarisas ha quedado más o menos claro, pues desde siempre se ha sabido que el edificio lo ocuparon las Hermanas Pobres de Santa Clara. No así la denominación del inmueble contiguo, al que no se sabe por qué ni quién ha tenido la mala ocurrencia de “bautizarlo” como “La Casona” (¿estamos ante otra como la del Fielato que nunca fue fielato?), cuando la realidad es que allí estuvo durante años y años la sede el Gobierno Militar, que es por el nombre que se le conocía y, sin duda, se le seguirá conociendo por mucho empeño que se ponga en llamarlo de otra manera. La realidad es que a todo ello, en conjunto, se le ha conocido siempre por el de Cuartel a secas, término que, por cierto, todavía sigue utilizando un amplio sector de la población cuando habla de él sin posibilidad de inducir a equívoco al interlocutor.
El topónimo de Cuartel de Santa Clara está lo suficientemente arraigado en la ciudadanía soriana hasta el punto que resulta harto difícil olvidarse de él de un día para otro. Pues, a mayor abundamiento, no conviene perder la perspectiva de que el cuartel, en su globalidad, era bastante más que los dos edificios que han pervivido y el remozado en su día que alberga las instalaciones del Instituto de Ciencias de la Salud y eso, no cabe la menor duda, tardará en borrarse de la memoria de quienes lo han conocido y transmitido a las sucesivas generaciones.
Dicho lo que antecede, quede constancia de que no es nuestro propósito entrar en denominaciones y mucho menos en particularidades de lo que fue el recinto en su conjunto, que daría con más que probable seguridad para una tesis doctoral, y sí ofrecer algunos detalles de los edificios a los que nos estamos refiriendo fruto de las vivencias personales por haber permanecido algún tiempo en él.
El que acoge ahora el novedoso Espacio Santa Clara y el del vecino Gobierno Militar los conoció uno de primera mano pues en el ahora rehabilitado estuvo durante un año bien cumplido prestando el Servicio Militar obligatorio como soldado de remplazo, precisamente en una de las pendencias habilitadas próxima al ábside del antiguo templo. En efecto, en la antigua iglesia, el actual Espacio Santa Clara, estuvieron ubicadas en la parte más alta del inmueble la Caja de Recluta y la Zona de Reclutamiento y Movilización, “La Caja” y “La Zona” en la jerga militar de la época, dos dependencias dotadas de competencias de índole exclusivamente administrativa de la Administración Militar de la época.
De modo que situados en los primeros años sesenta del pasado siglo XX, en la planta baja de aquel infrautilizado y entonces destartalado edificio, al que se accedía desde el patio central del recinto cuartelario, se encontraba nada más entrar, a la izquierda, una pequeña sala que se utilizaba esporádicamente para celebrar las sesiones de la Junta de Clasificación y de manera habitual cada año el Sorteo de Reclutas, el que fijaba el orden y el destino adjudicado para incorporación de los mozos al Servicio Militar, a prestar filas.
Una ancha escalera central de madera conducía a la primera planta, con suelo de tarima, desocupada aquellos años, por más que habilitada eventualmente para cualquier necesidad que pudiera plantearse, como de hecho lo fue en ocasiones para dormitorio de los soldados castigados por cualquier “chorrada”, permítase la expresión, fácilmente imaginable. Y en la planta superior, y última, estaban las oficinas, acondicionadas ad hoc para que se pudiera ejercer en ellas las funciones propias del cometido gestionado por militares profesionales, asistidos por soldados de reemplazo. A la izquierda, en la parte más próxima al ábside, funcionaba la Caja de Recluta, con una sección que tenía a su cargo el reclutamiento de los soldados y de organizar el sorteo de los quintos de aquella «mili», que queda ya tan lejana en el tiempo, y otra llamada Junta de Clasificación y Revisión, cuya tarea era, en síntesis, la de resolver las cuestiones que tuvieran que ver con las incidencias que pudieran plantearse a consecuencia de las alegaciones de los mozos ya “en Caja” antes de que se hiciera un efectiva su incorporación a filas.
En el lado derecho de aquella enorme planta, junto al que fue coro de la iglesia, funcionaba la Zona de Reclutamiento y Movilización, o sea, por decirlo de manera sencilla y que pueda entenderse, donde se llevaba el control del censo de los reservistas una vez cumplido el tiempo de Servicio Militar. Militares profesionales, como en “la Caja”, ayudados por soldados, ocupaban cada mañana las dependencias. Se trataba, en su conjunto, de un espacio con aires de acusada dejadez, destartalado, interiormente nada llamativo para trabajar a diario y mucho menos funcional que se diría hoy, sobre el que acaso convenga dejar algún otro apunte