La tienda de tejidos Redondo y Jiménez estaba en el Collado con fachada a la plaza de San Esteban (Archivo Histórico Provincial)
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El embrión del comercio que hemos heredado, o nos ha llegado, tiene su origen en aquel de carácter provinciano de los años cuarenta y cincuenta del siglo pasado.
Sin emisora radio local, que todavía no había llegado a Soria –de la televisión ni se hablaba-, era el periódico el único medio que de manera regular insertaba publicidad, aunque no con la frecuencia y el alarde de ahora, porque de ordinario quedaba reducida, casi en exclusiva, a la sección de anuncios por palabras, en la que cabía absolutamente todo, como en la actualidad aunque lógicamente con los contenidos de lo que se llevaba en la época. Para la publicidad, en el sentido más parecido a como se entiende hoy, las mejores fechas eran las fiestas de la ciudad, especialmente las de San Juan. De ahí que cada año no faltaran a la cita publicaciones ad hoc que con la excusa de las celebraciones festivas y el soporte de informaciones, reportajes y artículos alusivos, en síntesis, venían a ser algo así como una guía comercial completa de la ciudad, porque no en balde en sus páginas se anunciaba la práctica totalidad del comercio soriano y algunas otras actividades.
Por eso, en una de las habituales guías comerciales de mediados de la década de los cuarenta aparecían reclamos como el del almacén de coloniales de Pablo del Barrio, en Marqués del Vadillo, número 20; la tienda de Casa Pastora (relojería, bisutería, óptica y radio electricidad), en la calle del General Mola, 60 (el Collado); el comercio de paquetería de Justo Ortega (sucesor de Gregorio Jiménez) que ofrecía productos de “mercería, quincalla, géneros de punto, confecciones, perfumería y bisutería” y tenía el establecimiento en el número 18 de la misma calle; la pescadería de Víctor Lafuente (hijo y sucesor de M. Lafuente), en el 67 también del Collado –“diariamente se reciben los más finos pescados y mariscos”, se destacaba en el promocional-; los “grandes Almacenes Redondo y Jiménez” dedicados a la venta de tejidos, confecciones, mercería, perfumería, muebles, artículos de viaje y piel, y objetos de regalo, con dos despachos igualmente en la arteria principal de la ciudad, si es que no la clínica dental de Víctor Higes (el conocido médico y reputado historiador), en el estrecho del Collado, casi en la plaza Mayor (oficialmente del General Franco), en la que se anunciaba la “hojalatería vidriera” de Pedro Sanz, especialista en radiadores; el bar Julián, que promocionaba sus vinos y licores, su esmerado servicio de mostrador, la cerveza siempre fresca y estaba acreditado por el buen café que sirve siempre, y el taller de electricidad “Las tres fases”, con otra dependencia en la calle Real.