EL «TUBO ANCHO»

El Campo del Ferial, con la calle Vicente Tutor en primer término, recién urbanizado (Archivo Histórico Provincial)

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Ya hemos dicho en alguna ocasión que al final de la década de los cuarenta y comienzos de los cincuenta la corporación municipal que regía los destinos del consistorio capitalino abordó uno de los grandes y más ambiciosos proyectos de la época al sacar a pública subasta todas y cada una de las parcelas en que había sido dividido el Campo del Ferial. De manera que en no muchos años se procedía a la ordenación de la zona. Nacieron nuevas calles como la de Vicente Tutor y Mesta -algo más tarde la de Sagunto-, que constituyeron el eje del desarrollo, al menos en los primeros momentos; se reordenaron y ampliaron otras como las del Campo y Tejera, y, en general, el entorno pasó de ofrecer una imagen que se asemejaba más a lo rural a convertirse en un nuevo, moderno y emergente espacio urbano que comenzó a subir como a espuma y tuvo en la Casa Sindical (actual sede de la Patronal y los Sindicatos) un empujón importante. Enseguida surgieron las primeras edificaciones y a articularse a su alrededor un tejido comercial y de servicios que se dice hoy en el que comenzaron a proliferar locales del ramo de la hostelería –bares- hasta el punto de constituir en su conjunto una alternativa respecto de los que habían venido funcionando en la plaza de san Clemente y aledaños. En este contexto fueron abriendo, acaso no por el orden en que se van a citar el bar Madrid, luego Palafox, en el bajo del edificio –el primero en construirse en la zona- conocido como de la Termo Sanitaria, pues ciertamente en él se ubicó uno de los primeros establecimientos de la ciudad dedicado a la venta de material y mobiliario higiénico-sanitario, en el que con anterioridad funcionó primero un salón de juegos de billar y futbolines y luego un concesionario de automóviles. Por entonces también abrieron, cuando el alternar más que una costumbre era un rito del que raramente se prescindía, el Dorado, contiguo al que acaba mencionarse, y en la misma calle de Manuel Vicente Tutor el Cisne (luego Parrita), el Montico, algo más tarde el Argentina, el Bodegón Riojano, muy cerca el Mónaco, y al final de la calle el Pelayo; completaba el circuito el Garrido, en el que cada jueves poco después del mediodía tenía lugar una tertulia de lo más plural y abierta que pueda imaginarse, tanto por su composición como por los contenidos que debatían los contertulios, en la que tomaba parte un grupo variopinto donde lo hubiera formado por personajes de la más diversa procedencia que se movían en el mundo de la cultura, la intelectualidad, la política, la poesía, la erudición, el periodismo, la literatura, los sindicatos y, para no extendernos, de la sociedad en general, de muy desigual ideología. Fueron, sin duda, los mejores años del Tubo Ancho que lejos de limitar su ámbito geográfico a la calle que lleva por nombre el del insigne abogado agredeño Manuel Vicente Tutor extendía su área de influencia al Kansas, en la trasera, la de Sagunto; a la del Campo, donde el David y el Pérez eran el complemento lo mismo que el Alcázar en la plaza de El Salvador, y saliéndose de la zona propiamente dicha el Negresco junto a las tabernas del Rangil y el Morcilla, los tres en la calle Ferial, porque el Diana, el Sol y el del Abdón Morales hacía tiempo que habían cerrado.