La Plaza Mayor un Miércoles del Pregón de los años cincuenta (Archivo Histórico Provincial)
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Resulta obvio decir que con la lectura del Pregón, dan comienzo las fiestas de San Juan o de la Madre de Dios, como las siguen llamando los de cierta edad.
Hace ya sesenta y ocho años que el arranque del serial sanjuanero tiene lugar la noche anterior al día de La Saca con la lectura del Pregón aunque la realidad sea otra pues ya por la tarde la corrida de toros y el pegote de la posterior cena de gala que ofrece el ayuntamiento a los jurados marcan el comienzo real, cortesía esta que, dicho sea de paso, no suele aparecer en el programa oficial.
El Pregón fue una de las innovaciones que mediados los años cincuenta se propuso introducir el tristemente célebre y recordado gobernador, Luis López Pando, uno de cuyos objetivos prioritarios al llegar a Soria fue el de meter mano a las Fiestas. Y a fe que lo consiguió, porque hace ya tiempo que el pregón terminó siendo una de las contadas incorporaciones que ha sobrevivido hasta el punto de que en la actualidad lejos de ser cuestionado se admite como uno más en el conjunto de los tan traídos y llevados usos y costumbres.
El caso es que la noche –a las once, como ahora- del miércoles 27 de junio de 1956 se dio lectura al primer Pregón en un marco notablemente diferente al de hoy no tanto por lo que se refiere al entorno, que sigue siendo el mismo, o sea la Plaza Mayor (en aquella época del Generalísimo), como a los detalles que lo rodearon, de tal manera que en la actualidad lo harían poco menos que irreconocible. Pues, en efecto, en aquella ocasión, previo disparo de tres cohetes de aviso y desde el balcón principal de la Casa Ayuntamiento de la Ciudad de Soria, cuya fachada se encontraba adornada con reposteros y plenamente iluminada, uno de los locutores de la querida Radio Soria, Roberto García del Río, dio lectura al Pregón de Fiestas de San Juan que había escrito el ilustre investigador y estudioso soriano, Víctor Higes Cuevas, miembro del entonces influyente en la sociedad soriana Centro de Estudios Sorianos. El oficialismo imperante tuvo el buen cuidado de filtrar a través del trisemanario Campo Soriano, el de cabecera, la idea de que el novedoso acto había sido establecido a petición de los Jurados de Cuadrilla aunque con posterioridad se hayan manejado otras hipótesis que no han podido verificarse.
Para adornar el momento se dispuso un escrupuloso protocolo explicando con detalle el ceremonial que iba a desarrollarse. De tal modo que, según se recogía en la información ampliamente difundida por el ayuntamiento, a continuación de la lectura del pregón la Banda Municipal interpretaría la canción sanjuanera estrenada aquel año, “El Cachirulo”, para a continuación iniciar el recorrido la comitiva con un piquete de la Guardia Municipal encargado de abrir la marcha; luego, el pregonero a caballo, flanqueado por timbaleros o trompeteros vestidos a la usanza medieval y conducidos a caballo por pajes; a continuación la Banda Municipal formada (sic), interpretando pasacalles típicos de las fiestas; más tarde las cuadrillas de mozos y mozas, “ataviadas [estas] con traje apropiado” ¡!, y por delante los caballistas inscritos para participar en los concursos de premios de las fiestas de ese año; finalmente, los jurados, con bastón como insignia del cargo, acompañados de una representación de la Corporación y escoltados por otro piquete de la Guardia Municipal, que cerraba el séquito.
Pues bien, como estaba previsto y escrupulosamente planificado, el cortejo enfiló el Collado hasta la plaza de San Esteban para dirigirse a la Diputación Provincial, donde volvió a leerse el pregón. De vuelta al Collado se tomó la dirección de la calle Marqués del Vadillo y una vez en la plaza de Mariano Granados la comitiva desfiló por la avenida de Navarra para tras tomar la calle Medinaceli continuar al Gobierno Civil y hacer una nueva parada frente al edificio, desde cuyo balcón central se leyó por tercera vez al texto. Reiniciada la marcha se siguió por Nicolás Rabal hasta la entrada a la Dehesa existente frente al Hotel Florida (la actual Comisaría de Policía); una vez atravesado el parque, el desfile salió por la puerta más próxima a la (desaparecida) casa del jardinero, junto a la Soledad, llegando al Espolón, encaminándose hacia la plaza de Mariano Granados, donde volvió a leerse el pregón, ya por última vez, y se disolvió la comitiva; allí mismo, se celebró a continuación “una gran verbena en honor de los Jurados de Cuadrilla”.