La Banda de Música en la confluencia de las calles Ferial y Campo subiendo a los toros (Archivo Histórico Provincial)
_____
Estando como estamos como quien dice en vísperas de las fiestas de san Juan pocos serán los que refugiándose en el abrigo del recuerdo las celebraciones actuales no les transporten a otros tiempos en los que las conmemoraciones sanjuaneras se vivían de manera muy diferente. Un clasicismo –diríase- que en buena parte se ha perdido. Otras siguen a trancas y barrancas si bien con un más que notable grado de deterioro.
Uno de estos casos –podrían tomarse bastantes más- lo representa a la perfección el antaño festejo taurino (entonces novillada) con picadores del Domingo de Calderas. Sí, novillada. Porque como muy bien saben sobre todo los buenos aficionados, y en especial los que van siendo veteranos, era en san Saturio, y no en san Juan, cuando el ayuntamiento tiraba la casa por la ventana y programaba una corrida de toros.
Entonces la tradición de ir a los toros, tanto en san Juan como en san Saturio, era un hábito que llevaba emparejada una costumbre añeja que no dejaba de proporcionar un ambiente especial a los prolegómenos por más que no tuviera la consideración de oficial y por consiguiente ni siquiera apareciera en el programa. Nos estamos refiriendo al desfile que poco antes de comenzar el festejo –alrededor de media hora- se organizaba en la Plaza Mayor con destino a la plaza de toros, donde se deshacía. Resultaba una escena francamente castiza, no exenta de un punto de emoción si se quiere, presenciar cada tarde de toros el desfile de la Banda de Música Collado arriba con dirección a Marqués del Vadillo y la calle del Ferial hasta llegar al coso precedida del jinete a caballo que luego hacía el paseíllo y pedía la llave; cerraba la comitiva el tiro de mulillas del tío Julián Borque enjaezadas con los atalajes del Rufino Aparicio, un tipo singular que no pasaba desapercibido. El viaje de tan singular cortejo lejos de hacerlo solo solía contar con el acompañamiento de un nutrido grupo de incondicionales que marchaba al final. Ya en la plaza, las mulillas eran conducidas a su lugar de espera habitual en tanto que la Banda Municipal de Música irrumpía en el redondel por la puerta grande como queriendo dejar constancia expresa de su presencia en el coso para a continuación dar la vuelta al ruedo y una vez completada esta dirigirse a su palco, que por cierto no es el que ocupa ahora por más que lleve la tira de años utilizándolo; porque quizá no convenga dejar en el olvido que su asistencia se anunciaba de forma expresa en los carteles ya que su contribución al desarrollo del espectáculo formaba parte de la liturgia de la celebración si es que no una obligación legal.
Semejante parafernalia estuvo desarrollándose durante años y años cada tarde que había toros, tanto da que se tratara de las fechas clásicas de san Juan y san Saturio que de espectáculos puntuales montados por la empresa arrendataria de la plaza, en todos los casos con independencia de la categoría que tuvieran. Hace ya tiempo que se perdió la costumbre en cuanto a los festejos pudiera decirse extraordinarios. Otro tanto ocurrió cuando por conveniencia de unos y otros comenzó el baile de fechas propiciado por la falta de interés y expectación que suscitaban los carteles que se ofrecían en san Saturio para derivar en la realidad irreversible a la que se ha llegado. De tal manera que en la actualidad los desfiles de antaño de la Banda Municipal de Música han quedado reducidos únicamente a los días de corrida de las fiestas de san Juan: Miércoles del Pregón, Sábado Agés y Domingo de Calderas; eso sí, sin el acompañamiento del caballista encargado de simular el despeje del ruedo como tampoco del tiro de mulillas. No falta, en cualquier caso, el calor de los seguidores habituales, que siguen escoltando a la hoy venida a menos comitiva. En las demás citas taurinas, los músicos acuden directamente al palco.