Procesión del Lunes de Bailas en una imagen tomada el 3 de julio de 1950 (Archivo Histórico Provincial. Colección Ángel Romero)
_____
Por ir directamente al grano y no abundar en consideraciones retóricas en torno a las Fiestas de San Juan, de las que tanto presumimos saber los sorianos, pero que no conducen a ninguna parte, nos vamos a referir en esta ocasión a la celebración del Lunes de Bailas, y a su evolución durante el siglo pasado, cuando el serial sanjuanero está llamando a la puerta.
Pues bien, este último día de las celebraciones festivas, que quizá sea uno de los que más transformaciones ha sufrido en el acontecer de la tradición, atravesó prácticamente hasta el comienzo de los años cuarenta un conjunto de vicisitudes que merecerían, y merecen sin duda, un estudio riguroso y en profundidad que excede de nuestras pretensiones.
Hasta finales del siglo XIX aún tenía lugar una romería a Santa Bárbara el lunes por la mañana. Sin embargo, mientras en 1901 se hablaba de que Las Bailas se celebraban con “muchas meriendas” en la Dehesa en lugar de San Polo, al año siguiente -1902- algún periódico de la época dijo que el Lunes de Bailas ya no existía pero no faltaban como suele suceder en carnaval, quienes todavía enterraban “la sardina”. Esta fue la tónica predominante durante un largo periodo, en la práctica durante casi cuatro décadas que tienen por referencia el final de la Guerra Civil, con intervalos en los que se dieron las más variadas situaciones y vaivenes. Desde que, por ejemplo, a comienzos del siglo pasado Las Bailas se celebraran tanto en la Dehesa como en San Polo, y tan solo un par de años después -en 1909-, se diera la fiesta en la práctica por desaparecida y quien la festejaba lo hiciera únicamente en la Dehesa con una merienda, o que a propuesta del Jurado de La Blanca se restaurara en 1911 la romería en San Polo hasta, como ocurrió en 1916, que tuvo lugar en Santa Bárbara, cuando no, ya al final de los años veinte y primeros treinta, en que “los sorianos recuperan el esplendor del día y bailan a los acordes de la Banda Municipal en San Polo” y comienza asentarse este festejo final hoy masificado en la emblemática y sanjuanera pradera. Sea como fuere, el caso es que el Lunes de Bailas tenía un deambular errante y no acababa de encontrar acomodo. Fue en 1939, cuando a la terminación de la Guerra Civil, vuelven a celebrarse las fiestas de San Juan y el Lunes de Bailas toma la configuración con que lo conocemos en la actualidad, bien es cierto que con adaptaciones que, sin embargo, no han modificado sustancialmente lo que surgió en aquel momento. De tal manera que la mañana del 3 de julio del recién citado 1939 se restablecía una costumbre desaparecida 52 años antes, es decir, la procesión en la que cada cuadrilla sacaba el santo de su advocación y con todos ellos reunidos se procedía al traslado desde El Salvador hasta la ermita de la Soledad a la virgen de La Blanca, donde instalado un altar en el atrio se oficiaba una misa ante ella con asistencia de las autoridades, jurados y numeroso público. Por la tarde, en la pradera de San Polo se celebraron “con gran solemnidad” las tradicionales bailas “al compás de la Banda Municipal y dulzaineros, y las familias pasaron una buena tarde de campo”, regresando al anochecer a la ciudad. No muchos años después la vuelta ya masificada estuvo realizándose con antorchas hasta que por razones de seguridad hace ya tiempo que dejaron de utilizarse.