El camping Fuente de la Teja, una instalación novedosa de los años sesenta (Revista de Soria. Archivo Histórico Provincial)
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La Diputación Provincial no hace mucho que ha anunciado el concurso para la concesión de explotación del Camping Fuente de la Teja, en las afueras de la ciudad, del que por cierto hacía años que apenas se sabía algo, lo que de entrada no deja cuando menos llamar la atención a quienes siguen- procuramos seguir- el día a día de la ciudad.
El Camping Fuente de la Teja, un servicio más para la capital, que trataba de sumarse a las corrientes de la modernidad de la época, fue una iniciativa novedosa de los primeros años sesenta de la Diputación Provincial que presidía el médico Juan Sala de Pablo. La justificó entonces argumentando que “haciéndose eco del común sentir de la provincia, consciente del interés que podría suponer para sus habitantes y siguiendo las directrices marcadas por el Gobierno, en orden al desarrollo de la actual tendencia a fomentar la actividad turística”. En definitiva, en el año 1963 la administración provincial decidió la construcción del camping, “junto a la carretera nacional N-111 Madrid-Medinaceli-Pamplona, con dos piscinas, que comenzaron a funcionar el día de Santiago, o sea el 25 de julio 1969, antaño una de las fiestas más destacadas del verano.
Sin entrar en mayores detalles, que tampoco vienen al caso, para facilitar el desplazamiento al paraje desde el centro de la ciudad se estableció un servicio de autobuses que tenían como punto de partida la plaza del Olivo, en uno de cuyos inmuebles del rincón funcionada el Despacho Central de RENFE, que atendía asimismo el servicio de viajeros desde el corazón de la ciudad a la estación de ferrocarril del Cañuelo, coincidiendo con la salida y llegada de los trenes, si trenes, en plural, que entonces funcionaban varios, no como ahora que solo circula uno, y alguno, como el AUTOMOTOR/TER/TAF, en sus diferentes versiones, con prestaciones que llevamos años echando de menos e inútilmente reivindicando sin más objetivo que el de entretener al personal a pesar de la verborrea vacua de los políticos de turno –asalariados del erario público-, lo mismo de un lado que de otro.