Parrilla de salida en la plaza de Mariano Granados de una de las carreras de motos en San Saturio (Archivo Histórico Provincial)
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Hace años, en el programa oficial de las fiestas de San Saturio no aparecían más actividades deportivas que el partido de fútbol del Numancia, las tiradas de pichón y al plato y los partidos de pelota en el frontón del histórico campo de San Andrés.
Fue a raíz de celebrarse la primera carrera de motos, de la que hablaremos a continuación, cuando se despertó la fiebre de programar competiciones deportivas –abrió el melón la prueba ciclista en el lejano1961- hasta derivar en el larguísimo, denso y tedioso, además de rutinario y carente del más mínimo interés en su conjunto programa que el ayuntamiento ofrece en la actualidad sobre el que merecería la pena reflexionar con rigor.
Sea como fuere, el caso es que en el programa oficial de fiestas de San Saturio de 1955 aparecía el 1 de octubre una carrera de motos de velocidad en circuito urbano, programada para las cuatro y media de la tarde, que fue el acontecimiento no solo de aquel año sino también de los siguientes. La prueba, por lo novedoso de iniciativa semejante, qué duda cabe que rebasaba los límites de lo deportivo para adentrarse en el campo de lo popular pues el hecho de que su celebración por el centro urbano suponía paralizar una buena parte de la tarde la actividad diaria de los sorianos el primer día festivo, no necesitó de ningún tipo de incentivo para que el llamado Primer Circuito Motorista tuviera un calado en la sociedad soriana con el que los organizadores –el recién fundado Moto Club Numancia- ni aun poniéndose en el mejor de los supuestos habían imaginado. El circuito sobre el que se disputó la competición comprendía el siguiente itinerario: salida frente al monumento del General Yagüe -que acababa de construirse- en dirección a General Mola como oficialmente se llamaba entonces el Collado, calle Aguirre para dirigirse después por detrás del Palacio de los Condes de Gómara y el Hospicio hacia las calles de Santo Tomé y la Tejera, continuando por delante de la plaza de toros y en la confluencia de la calle de San Benito y la avenida de Valladolid girar a la izquierda y enfilar el Espolón abajo hasta la línea de salida. Se adoptaron, como no podía ser de otra manera, un conjunto de normas de seguridad que consistieron básicamente en habilitar lugares para el estacionamiento del público mientras que en otros, como la calle del General Mola (el Collado) por su angostura, estaba terminantemente prohibido hacerlo dado el riesgo evidente que se corría. En todo caso, se colocaron altavoces en puntos estratégicos de modo que el desarrollo de la carrera pudiera seguirse al instante. Un amplio y novedoso despliegue para un evento en el que ciertamente no solo se volcaron el club organizador y las autoridades sino también firmas comerciales y entidades relacionadas con el mundo del motor y, en general, la ciudad entera; más aún, alguna organización como la Cámara Oficial de Comercio e Industria de la Provincia publicó una circular informando en una nota oficial que ese día, 1º de Octubre –una de las fechas importantes en el Régimen del General Franco-, el comercio en general de la ciudad debía permanecer abierto hasta las ocho por así haberlo autorizado la Delegación de Trabajo “en vista de la interrupción que en el tránsito y circulación impone la celebración de la Carrera Motorista de Velocidad, en Circuito urbano”. Porque, efectivamente, si bien el arranque de la competición oficial estaba anunciado para las cuatro y media de la tarde, hora y media antes –a las tres- iban a tener lugar, como así fue, las tandas de entrenamientos previos a la carrera.
El desarrollo de aquel Primer Circuito Motorista de Velocidad respondió con creces a las expectativas, de tal manera que con modificaciones fundamentalmente del trazado constituyó durante unos años el plato fuerte de las celebraciones en honor del patrón de la ciudad hasta que el propio devenir aconsejó la conveniencia de no continuar y pasarse al motocross en la ladera del Mirón.