Goyo, Gregorio Sanz Gonzalo, en la segunda fila, cuarto por la derecha, en el Puerto de Piqueras (Archivo Joaquín Alcalde)
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Se ha escrito mucho estos días de Goyo, Gregorio Sanz Gonzalo, al conocer su fallecimiento. Goyo era la última referencia de la primera Soria Ya, la de verdad. Y se ha destacado obviamente, como no podía ser de otra manera, su etapa de activismo, la más reciente, por la que trascendió su imagen, junto a alguna otra de índole más doméstico como la del paso de peatones a la salida del parquin del Espolón por la parte de arriba.
Sin embargo, Goyo, Gregorio Sanz Gonzalo, fue algo más que un activista en favor de una Soria que siempre llegó dentro de sí. Ha muerto con las botas puestas, permítaseme expresión tan coloquial para que todo el mundo pueda entender lo que fue y lo que peleó.
Pero Goyo, Gregorio Sanz Gonzalo, también fue un deportista en el más amplio sentido de la expresión cuando en la ciudad –y por qué no, en la provincia- el deporte que privaba era el fútbol. y particular el Numancia de aquellos primeros años tras su refundación en 1945, vamos el Numancia que conocemos, y si se nos apura los deportes que promovía el Frente de Juventudes, que iban por otro lado.
Goyo, no era de los unos ni de los otros. Fue toda su vida un apasionado del excursionismo y de la montaña, cuyas aficiones estuvo cultivando hasta que el inexorable transcurrir del paso del tiempo le fueron alejando de su práctica.
Fue, por sintetizar, uno de los fundadores del Centro Excursionista Soriano al inicio de los años cincuenta, o lo que es lo mismo una sociedad nacida al margen del oficialismo, promotor de las inolvidables primeras excursiones al Puerto de Piqueras durante la temporada invernal de esquí (fue uno de los que reivindicó e impulsó la construcción del Albergue que construyó la Diputación en el alto, en El Cabezo) y de los creadores de la travesía a nado de la Laguna Negra además de ser, por ejemplo, participante activo de la primera subida del belén a Urbión el domingo inmediato anterior a la Nochebuena.
De modo que con la muerte de Goyo, Gregorio Sanz Gonzalo, no solo ha ido un activista sino también y, por encima de todo, un deportista integral, de los que cada vez van quedando menos. Parece de justicia señalarlo en estos tiempos de la globalidad en los que priman otro tipo de intereses, que más bien poco o nada tienen que ver con los de antaño.