La calle Venerable Palafox en obras (Archivo Histórico Provincial)
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… En el entorno de la plaza de toros, desde la actual calle de Rota de Calatañazor hasta las calles Santo Ángel de la Guarda, San Benito y las Concepciones, es decir, en la zona de la plaza de toros, se registraba la concentración de una buena parte de las serrerías de la ciudad y, en general, de las empresas dedicadas a la industria de la madera; es el caso, entre otras que se recuerdan y tenían pujanza en la época, de la de Hernansanz, Donato Hergueta, Vicente Hernández, Simeón Mateo y Demetrio Tarancón Muñoz, todas ellas reunidas prácticamente en un puño. Claro que en la zona opuesta, bastante más abajo de la Estación Vieja –al final de la actual avenida Duques de Soria- y en Los Pajaritos –entonces el arrabal- estaban ubicadas las instalaciones de Felipe Rodríguez y de Ángel de la Orden respectivamente, además de la factoría de las Explotaciones Forestales, la mayor empresa, con mucho, del sector y una de las más importantes en cuanto al número de trabajadores junto con la RENFE, de la que dependía. Tampoco debe omitirse en este grupo las dos carreterías establecidas en la ciudad dedicadas a la construcción y reparación de carros de madera, la de los Martínez Legorburu, en la calle García Solier, y la de la familia Valtueña al final de la calle Doctrina, junto al arco que la comunica con la plaza del Carmen, donde se instala en la actualidad el mercadillo de los jueves, ni por supuesto la “fábrica de persianas”, denominación que resultaba suficiente para identificarla sin necesidad de tener que recurrir al nombre de su dueño, Ramón Siscart.
Otro tipo de actividades industriales de la época nos llevan a las fábricas de gaseosas, hielo y refrescos en general y al tipismo con que teñían la vida ciudadana en el momento de efectuar el reparto con aquellos carros diminutos tirados por borriquillos en los que, sobre todo en verano, no faltaban las enormes barras de hielo cubiertas por un saco empapado para protegerlas del calor y que pudieran llegar a su destino. Las principales industrias del sector, o al menos las más conocidas y puede que las únicas, eran la de Ricardo Blasco, en la avenida de Valladolid; la “fábrica de hielo, gaseosas y Seltz” de José Lenguas Santa Ana, en la calle de Nicolás Rabal, junto a la iglesia de San Francisco; la de la familia Ayllón en el alto de la dehesa, al lado del sanatorio Sala de Pablo, respectivamente; y la de Manuel Pérez López, en la avenida de Mariano Vicén. Y por afinidad, no estará de más citar también la fábrica de aguardientes, anises y licores, propiedad de Bernardino Rivera -publicitariamente “Destilerías Rivera”-, existente en el bajo de la conocida como Casa de Antonio Jodra, en el rincón de la Plaza de Abastos, que comercializó entre otros el coñac “Las Tres Espadas”, que elaboraba en la planta de la calle de los Beteta.
Y quién no recuerda, en fin, la central eléctrica de la Sequilla, uno de los parajes con más encanto de los alrededores de la ciudad que quedó anegado a raíz de la construcción del azud de Los Rábanos, o la Térmica y su torre enhiesta, detrás del antiguo convento de San Agustín, junto al puente de piedra y el añorado Mirador Bar, o lo que es lo mismo, las barcas del Augusto en el lenguaje de los sorianos.