A la izquierda, en el Palacio de Alcántara, donde en sus últimos tiempos estuvo la Droguería Patria (Joaquín Alcalde)
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Los bomberos tienen en la actualidad un carácter multidisciplinar, notablemente diferente al de antaño cuando su campo de actuación se limitaba casi únicamente a la extinción de incendios con una problemática bien diferente, por su complejidad, a la de los tiempos modernos.
Porque, en efecto, lo más corriente es que se produjeran la quema de chimeneas a consecuencia de los hollines, una sustancia espesa y negra que depositaba el humo en sus paredes y ardía con facilidad de no limpiarse a menudo para evitar que se prendieran, producidos por la combustión del carbón, la leña o el serrín con que, según los casos, se atizaban las viejas cocinas si es que no las estufas y calefacciones, cuando las había porque no en balde se trataba de una prestación de lujo al alcance de las clases acomodadas.
Pero de vez en cuando se producía algún incendio que excedía de lo normal y alarmaba al vecindario, sobre todo al de los barrios del entorno. Los más frecuentes eran los de las serrerías –una de las actividades que proliferaban entonces-, ubicadas en su mayoría, en las inmediaciones de la plaza de toros, con apenas y muy modestas edificaciones a su alrededor, que aconsejó con buen criterio a las corporaciones municipales de la época sacarlas, como así fue, del casco urbano, por el alto riesgo que entrañaba su funcionamiento en lugar tan próximo al centro, coincidiendo con una etapa de expansión de la ciudad por esa zona. También, por supuesto, fueron pasto de las llamas edificios destinados a viviendas, y no faltaron siniestros que afectaron a inmuebles ubicados en áreas asimismo habitadas e incluso a construcciones que albergaban otro tipo de iniciativas empresariales, como pudiera ser el caso de la fábrica de sopa de la calle Venerable Carabantes y Albar Salvadores ubicada en un bloque de casas que tuvo que ser desalojado. Si es que no el autobús de viajeros que cubría la línea regular entre Soria y Cihuela en la calle Sorovega -junto a la plaza Mayor-, la caldera de la calefacción del llamado todavía Instituto Nacional de Enseñanza Media (hoy Antonio Machado) con la consiguiente alarma entre los alumnos que fueron desalojados del centro, una zona del Monte de las Ánimas en las proximidades de la entrada al monasterio de San Polo, y en época más reciente las dependencias de la Droguería Patria en la calle Caballeros, los Almacenes de Pablo del Barrio en las inmediaciones del Rincón de Bécquer, y el Hospital General –el del Mirón- en una zona destinada a médicos correspondiente a los pisos altos del edificio que obligó a alguno de los facultativos a tener que abandonar el establecimiento por el tejado, que también fueron de los que, por circunstancias diversas, más impactaron a los sorianos.