La plaza de Mariano Granados, conocida popularmente como del «chupete», con el tipismo que tuvo (Archivo Histórico Provincial)
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En el callejero aparece como plaza de Mariano Granados pero una buena parte de los sorianos, sobre todo los maduros, la siguen conociendo como del Chupete. Un espacio que en los últimos sesenta años ha sufrido sucesivas modificaciones.
A mediados de los años cuarenta, era retirada la popular fuente del Chupete para dar paso a la recoleta y todavía hoy añorada plaza con la que creció una generación de sorianos. Una década más tarde –ya en los cincuenta- se cambió de arriba abajo y se erigió el monumento al general Yagüe, lo que supuso una de las varias remodelaciones importantes acometidas en tan céntrico espacio. Casi medio siglo después el tripartito presidido por la socialista Eloisa Álvarez acordó retirarlo.
Se anunció enseguida el famoso y fallido proyecto escultórico de las ovejas en homenaje a la Mesta. Y más tarde, coincidiendo con la conmemoración del centenario de la llegada de Antonio Machado a Soria, asistimos al episodio de la instalación de la enigmática escultura que se dio en llamar “Caminantes”, que tampoco tuvo mucho recorrido.
En fin, la realidad es que para erigir el monumento al general Yagüe fue preciso cargarse a mediados de los cincuenta la entrañable plaza del Chupete que por su aire provinciano otorgaba personalidad propia a la ciudad, hasta el punto de que a pesar de los muchos años transcurridos sigue estando presente en el recuerdo de los sorianos que la conocieron y disfrutaron. Pues en todos ellos sigue latente la importante y bárbara remodelación que sufrió especialmente la zona sur sobre todo al demolerse en los años sesenta el chalé de la familia Carnicero. desapareciera asimismo la pequeña calle que comunicaba la de Nicolás Rabal con la que hoy es conocida como plaza de los Jurados de Cuadrilla, y se construyera en el solar el edificio que levantó la Caja de Ahorros para instalar en él su sede central. No ocurre lo mismo con la zona este donde se mantiene en pie el edificio “Del Amo”, en cuyo bajo estuvo en tiempos el café-bar Talibesay, más tarde las oficinas del Banesto (Banco Español de Crédito), el mismo espacio que desde hace no tantos años ocupa una sucursal de la Caja Rural.
Cierto que la construcción de la Oficina de Turismo en la contigua Plaza de la Leña (Ramón y Cajal) vino a añadir un elemento más al nuevo espacio urbano que se estaba configurando. Algo que no sucedió con la zona de enfrente, delimitada por el acceso principal a la Alameda de Cervantes. Como tampoco con la orientación al norte, que sigue ofreciendo el mismo aspecto o muy semejante al de antaño, por más que la mayoría de los locales abiertos acoja establecimientos dedicados a una actividad diferente a la que tenían.
Porque, en efecto, si comenzamos por el lugar más próximo a la calle Marqués del Vadillo, donde hoy funciona el BBVA, en tiempos estuvo la ferretería de la Viuda de Claudio Alcalde. En el local de al lado había una pequeña tienda que no era otra sino la mercería de los hermanos Aparicio, María y Rufino. La cafetería York era el bar Plus Ultra. La confitería aneja, la administración de los coches de línea que iban al Burgo y Calahorra, una especie de local multiusos, que se diría hoy, que por ser tan céntrico y quedar tan a mano, los días de fútbol, en tiempos del San Andrés, se habilitaba para la venta de las entradas, y si había toros para la corrida que fuera
Luego estaba una de las barberías de toda la vida seguida de la tienda de regalos de al lado, que durante tantos la regentaron la familia Guarro, dedicada a otra actividad. El popular y concurrido Queru fue un kiosco de periódicos y más tarde un pequeño bar, el Toni, en tanto que el local de la esquina con vuelta a la calle del Ferial, funcionaba la tienda de Barrón, otro de los comercios clásicos, en la actualidad en la calle Ferial.