La tradición del Sagrado Corazón está muy arraigada en la ciudad (Joaquín Alcalde)
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En los primeros días de febrero fueron las Candelas y San Blas, y sin solución de continuidad Santa Águeda. Antes, en enero, entre otras de las más populares, San Antón, que se ha recuperado no hace tanto.
El ciclo invernal lo cierra una tradición de significación bien distinta pero arraigada como es la del Jueves Lardero, a pesar de que en la capital estuvo varias décadas sin celebrarse.
Dicho esto, no vamos a referirnos tanto a las que, pese a todo, continúan solemnizándose como a aquellas otras que hace ya tiempo que forman parte de la historia de la ciudad. Es el caso, entre otras, de las fiestas gremiales. La excepcionalidad la ponen algunas de las que gozan de mayor implantación social, como la de los labradores, el día de San Isidro, que viene teniendo lugar cada 15 de mayo en la ermita del Mirón. Los músicos, por tomar otra al azar, siguen festejando a su patrona Santa Cecilia el 22 de noviembre. Y lo mismo cabría decir de la de San Cristóbal, o sea, la de los conductores, el 10 de julio.
Por el contrario, hubo otras muchas, asimismo entrañables, que desaparecieron del particular calendario festivo soriano. Por ejemplo, la que al comienzo de los años noventa el Ayuntamiento de Soria aparcó la costumbre de acudir en corporación y bajo mazas, andando por el centro de la capital, a la iglesia de El Salvador la mañana de cada 16 de agosto para renovar el voto de la ciudad a San Roque.
Idéntica suerte corrieron por aquel entonces otras tradiciones antiquísimas, como la de la Inmaculada (el 8 de diciembre) y las Candelas (el 2 de febrero), a las que también tenía por costumbre acudir la corporación municipal en pleno.
Otro tanto sucedió con la festividad de San Miguel, el 29 de septiembre, cuando los hombres del campo pertenecientes a la Hermandad de Labradores se reunían para celebrar su fiesta en la sala del Cabildo de los Heros en la planta baja de la ermita de San Saturio.
No ha ocurrido lo mismo con la fiesta del Sagrado Corazón, en la que cada año el alcalde o alcaldesa de la ciudad lee la renovación del voto en el monumento levantado a mediados de los años cuarenta en la ladera del castillo tras la procesión que sale al atardecer de la iglesia del Espino (este último viernes, 8 de junio, se suspendió por la lluvia), o con la bendición de campos el domingo de la Santísima Trinidad junto a la ermita de Santa Bárbara.
Fueron, no obstante, las fiestas de los gremios las que estuvieron celebrándose durante décadas alimentadas por los antiguos sindicatos. Algunas, las menos, han supervivido. Otras, como pudiera ser la de los camareros, el 29 de julio, Santa Marta, han sufrido una reconversión para acomodarlas a la realidad de los tiempos modernos. Lo mismo que la de la Policía Armada y de Tráfico que tradicionalmente tenía lugar el 1 de marzo, festividad del Santo Ángel de la Guarda, en la ermita de la Soledad, y la de los bomberos, el 10 de agosto, San Lorenzo.
En fin, la mayoría hace tiempo que pasaron al rincón del olvido y, en el mejor de los casos, de continuar celebrándose, no tienen ni de largo la repercusión pública de antaño. Sería el caso de la que celebraba la Asociación de Lavanderas de Soria que acudían el 8 de septiembre a la ermita de Nuestra Señora del Mirón o la del gremio de sastres en honor de San Antonio, el 13 de junio. El Sindicato Provincial del Combustible celebraba la suya por Santa Bárbara, el 4 de diciembre. O la de la dependencia mercantil, es decir, los empleados de comercio, en la que en alguna ocasión se llegó a organizar una becerrada.