La cafetería Alameda, el establecimiento de hostelería de referencia en la época (Archivo Histórico Provincial)
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La cafetería Alameda llevaba años cerrada. Ahora está en obras. En los últimos tiempos la ha usado el Ayuntamiento para determinados actos culturales de la Feria del Libro. De tal manera que tras el reiterado y fallido intento de poner nuevamente en servicio el inmueble para el fin que tuvo último, el equipo de gobierno del consistorio ha decidido reconvertirlo para poder desarrollar en él actividades relacionadas con la cultura. Lo cual es de agradecer pues el cochambroso inmueble había terminado por resultar un pegote si es que no un problema enquistado.
El oficialmente denominado parque de la Alameda de Cervantes, al que los sorianos seguimos llamando la Dehesa, se ha visto materialmente invadido por las sucesivas actuaciones abordadas a partir de la segunda mitad del pasado siglo XX que lo han modificado sustancialmente. De corrido puede citarse la retirada de la fuente de los Leones para instalar en su día el monumento a los Caídos, al cabo de los años también desmontado; la desaparición del antiguo molino y el estanque de riego que dio paso a la casa del guarda, reconvertida en últimamente en establecimiento de hostelería; el traslado del invernadero desde la zona en que se encuentra el monumento a los autores de las canciones sanjuaneras a su actual ubicación; la demolición de las casas del jardinero y del santero adosadas a la ermita de la Soledad; naturalmente el cerramiento del parque en distintas fases y, por supuesto, la desaparición del emblemático árbol de la música –uno de los símbolos no sólo del parque sino también de la ciudad-, que se ha intentado recuperar, aunque ciertamente no sea lo mismo. Podrían citarse algunas otras intervenciones que ampliarían la relación. Mas el propósito no pasa tanto por presentar un listado de las actuaciones como hacer un planteamiento general a partir del cual quizá pueda entenderse mejor la decisión de la corporación que presidía el alcalde Eusebio Fernández de Velasco de construir en la segunda mitad de los cincuenta “un bar en la Alameda de Cervantes facilitando consumiciones en invierno y en verano”, según se recogió textualmente en el acta del pleno celebrado el 9 de agosto de 1957. Aquel día se aprobaba el proyecto redactado y presentado por los arquitectos zaragozanos Manuel y José Romero Aguirre así como el pliego de condiciones y el presupuesto de la obra -muy próximo a las novecientas mil pesetas-, que terminó tomando el nombre de Cafetería Alameda, denominación esta por la que se conoció desde el primer momento, y ha pervivido al establecimiento que surgió en el mismo lugar que había venido ocupando el que pasó a la historia de la ciudad como Kiosco de la Alameda de Cervantes (nada que ver con el de enfrente, el popularmente llamado del “orejas”).
La construcción de la Cafetería Alameda se acometió con una rapidez impensable hoy, cuando aún no se habían cumplido dos años del acuerdo corporativo. En efecto, el sábado 6 de junio de 1959, ya con Alberto Heras en la alcaldía, tenía lugar la inauguración y apertura del establecimiento, una instalación moderna además de largamente demandada por la sociedad soriana que venía a romper con el modelo de los locales de toda la vida y ponía a la ciudad en el mapa de este tipo de recintos de ocio. La prensa de la época no escatimó elogios: “Un modernísimo bar, con elegante instalación y señorial montaje del que Soria puede enorgullecerse”, se escribió. Y aún más: “La inauguración tuvo las notas características de acontecimiento por el numerosísimo público que asistió a la misma. La instalación, hecha con un sentido de excepcional modernidad, lo completo de sus servicios, el punto de su instalación (sic) en la Alameda de Cervantes y el emplazamiento de la misma, [pues] puede estar en servicio en todo tiempo, hacen de esta cafetería o bar Alameda, uno de los establecimientos que puede competir con los mejores de su clase en toda España”. De ahí que el nuevo local tuviera una excelente acogida y desde el primer momento se convirtiera en el espacio de moda y más frecuentado de la ciudad, consideración que mantuvo sobre todo durante su primera etapa de funcionamiento pues no en balde supo conectar a la perfección con los gustos y las preferencias de un amplio sector de público que entendía la diversión y el ocio de otra manera ofreciéndole una alternativa que dejó huella en la sociedad soriana de la época y sigue recordándose después de casi sesenta años.