EL PALACIO DE ALCÁNTARA

El Palacio de Alcántara en una imagen reciente (Joaquín Alcalde)

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El alcalde de la ciudad, el socialista Carlos Martínez Mínguez, nos sorprendía unos días antes de las fiestas de Navidad con el anuncio de que el Ayuntamiento estaba en conversaciones con los propietarios del Palacio de Alcántara, sito en la calle Caballeros con fachada a la plaza del Olivo, para adquirir el inmueble. Fue a propósito de la firma del convenio con Fundos (la Fundación de Unicaja Banco, la antigua Caja Duero) para gestionar el Centro Cultural Gaya Nuño, en la plaza de San Esteban, que se encuentra cerrado como consecuencia, sin duda, de los sucesivos avatares sufridos por la que fue entrañable y querida entidad de ahorro soriana. Hasta ahora, que uno recuerde, y va cumpliendo años, jamás había oído hablar, ni remotamente, de semejante iniciativa, que seamos sinceros no deja de resultar novedosa.

La verdad es que el alcalde tampoco fue más explícito. De tal manera que para argumentar la iniciativa no dio la menor pista, limitándose a decir que en el entorno además del edificio del mencionado Centro Cultural Gaya Nuño se encuentra también el del Banco de España –lo que el más ignorante da por sabido-, al que hasta el momento y después de muchos años de estar mareando la perdiz sigue sin saberse qué hacer con él. Pero ni de lejos habló del posible uso que hubiera pensado dar al Palacio de Alcántara, si es que tiene algún destino claro o piensa convertirlo en uno más de los muchos chiringuitos que han sido rehabilitados en los últimos tiempos y tienen escasa o nula utilización y sufren un deterioro imparable, como por ejemplo el lavadero de lanas. Vamos, que no dijo nada.

De todos modos nuestra pretensión lejos de especular acerca del posible destino del edificio, si es que la operación anunciada llega a feliz término, se limita a hacer un muy breve recordatorio de lo que en el pasado reciente fue uno de los inmuebles más representativos del centro de la ciudad, destinado fundamentalmente en la etapa moderna a viviendas particulares, algunas de conocidas familias de la ciudad. No faltó una fonda, en la que llegaron a alojarse futbolistas del recién refundado Club Deportivo Numancia mediada la década de los cuarenta, y en los locales situados en la planta baja estuvo funcionando mucho tiempo la Imprenta de la Casa de Observación de Menores, donde estaban la redacción y los talleres del periódico Campo Soriano; el mítico bar España, cuyo letrero aún puede verse en lo más alto de la puerta de entrada al local, eso sí, según un diseño moderno que nada tiene que ver con el original, del que en las tardes de los domingo de invierno los aficionados acudían él para conocer los resultados de fútbol; y en el ala derecha, según se mira al edificio, el concesionario de venta de maquinaria agrícola Jorge Moya, el mismo local que años más tarde fue almacén y venta al por mayor de la emblemática Droguería Patria –es bien recordado el aparatoso incendio que se produjo en él la tarde del 21 de septiembre de 1970, cuando el verano estaba dando los últimos coletazos- y con bastante posterioridad, y en ese mismo espacio, las dependencias de la Gerencia Provincial de la Agencia de Desarrollo Económico, una de las tantas oficinas que la Junta de Castilla y León tenía dispersas entonces por la ciudad.

En la actualidad el edificio está sin uso, y cerrado a cal y canto; esa es al menos la impresión que transmite contemplado desde el exterior, con el portalón de acceso asimismo cerrado.

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