FUENTES PÚBLICAS (I)

La Fuente de la Teja después de su restauración (Joaquín Alcalde)

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Un par de días antes de la Compra del Toro de 2007 llegaba a la alcaldía – en ella sigue- Carlos Martínez Mínguez, cabeza de lista del PSOE en las elecciones, que ganó, celebradas el último domingo de mayo.

Y una de las primeras actuaciones abordadas fue la ejecución de un atractivo programa que afectaba a varios manantiales –seis, se dijo- existentes en la periferia de la capital, entre ellos los más conocidos y frecuentados en otros tiempos por los sorianos, todos con el denominador común de su evidente estado de deterioro y en algún caso de abandono.

Uno de los manantiales recuperados fue la Fuente del Caño, que se encontraba seca desde hacía muchos años. Ubicada en el camino de los toros, muy cerca de la Barriada, junto a los huertos, fue felizmente recuperada aunque con un cambio importante y es que en lugar de salir el agua mediante un pequeño tubo colocado prácticamente a ras del suelo, como ocurría antes, la nueva actuación posibilitaba un uso más cómodo al haber sido elevada la conducción hasta una altura razonable. La Fuente de la Teja, en la antigua carretera de Madrid, también sufrió un importante lavado de cara.

Con el problema del abastecimiento de agua a la capital en el horizonte crecieron sucesivas generaciones de sorianos. Es posible que sea esta una de las causas por la que las fuentes públicas siempre gozaron de una especial consideración si es que no llegaron a constituir un elemento más de la cultura tradicional soriana. Porque en la mayoría de los barrios de la ciudad, bien entrada ya la segunda mitad del siglo XX, todavía seguían funcionando; aún hoy algunas continúan ubicadas en su emplazamiento original y en pleno uso.

Las fuentes públicas se alimentaban por lo general mediante la captación de manantiales. De ahí que, por ejemplo, de las tres existentes en la Dehesa junto al palomar, se bebiera preferentemente de las laterales –de la del centro sólo en contadas ocasiones- pues no en balde existía la creencia generalizada de que el agua que echaban era procedente de manantial, y se le atribuiría alguna propiedad desconocida en tanto que la del medio se decía que la tomaba del río. El caso es que no eran pocos los que provistos de su correspondiente garrafón acudían habitualmente al parque municipal a recoger agua para el consumo familiar. Del mismo modo que a la anteriormente aludida Fuente de la Teja e incluso, quienes conocían el enclave, a la que el ayuntamiento presentó en el plan a que se ha hecho referencia al principio como Fuente de la Teja II, muy cerca de la otra, pero adentrándose por el camino que conduce a la sierra de San Marcos.

Las que acaba de señalarse puede que fueran, por clásicas, las más utilizadas junto a la de Fuente Cabrejas, en la plaza del mismo nombre, y la existente en las inmediaciones de la entonces Colegiata, al final de la calle Real, un bello rincón del que no queda más que el recuerdo.