Fachada principal del Campo de Deportes de San Andrés, que no debió desaparecer.
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El conocido en sus primeros momentos como Campo de Deportes a secas y más tarde con el añadido de San Andrés fue una de las actuaciones más destacadas del régimen de Franco en la capital y, por supuesto, la más importante en materia deportiva.
Construido en el alto de la Dehesa por la Obra Sindical Educación y Descanso en terrenos de particulares cedidos o donados –tanto da la fórmula a estas alturas- al ayuntamiento dentro del llamado plan de “Acción Sindical”, por la nada despreciable cifra de 780.494 pesetas (alrededor de 4.690 euros) situados en los años cuarenta del pasado siglo XX, resultó ser la dotación deportiva que, no exenta de polémica, se llevaba décadas demandando.
La instalación se había pensado para uso y disfrute de los productores –término este muy de boga en la época para denominar a los trabajadores- acabó siendo el Numancia el usuario preferente y casi único, por delante incluso de los compromisos de las entidades deportivas del Movimiento que no tuvieron más remedio que acomodarse a las necesidades del recién refundado equipo de fútbol de la ciudad reforzadas por su meteórico ascenso a Segunda División.
La dotación a la ciudad de un Campo de Deportes venía de lejos. Pero no fue hasta el año 1945 cuando se convirtió en realidad. Luego todo fue mucho más rápido pues transcurrió poco más de un año y medio desde el anuncio del inicio de las obras, en pleno verano de 1943, hasta que el Numancia disputó su primer partido, de carácter amistoso, por cierto, el 22 de abril del citado 1945.
Las necesidades del Numancia para afrontar la Segunda División llevaron consigo la introducción de mejoras de la recién estrenada instalación: se construyeron gradas frente a la tribuna principal, un pasadizo de acceso a los vestuarios por exigencias de la Federación Española de Fútbol, el terreno de juego se plantó de césped –tarea que realizaron los jardineros municipales-, se cambiaron las porterías con madera facilitada por el ayuntamiento, y en fin se llevaron a cabo diversas obras con material cedido por el municipio. Todo ello por 35.000 pesetas (alrededor de 210 euros).
De regreso el Numancia a la Tercera División el recinto entró en una fase de deterioro progresivo que se prolongó hasta el día 1 de noviembre de 1973, Festividad de Todos los Santos, que fue cuando se jugó el último partido y se clausuró el recinto por el peligro que ofrecían las más que precarias instalaciones, a cuyo mantenimiento hacía tiempo que no se había destinado partida económica alguna.
Entre tanto, hubo tiempo para que la Obra Sindical del Hogar y Arquitectura, dependiente asimismo del Sindicato Vertical, y propietaria de las instalaciones, ofreciera al Ayuntamiento de la ciudad en 1953 la adquisición del Campo de Deportes, y para que quince años después, en 1968, se anunciara a bombo y platillo una importante remodelación -como tantas otras terminó quedando en nada-, consistente en la construcción de una tribuna con capacidad para 1.500 espectadores en el fondo de la calle Geólogo Palacios y en los bajos la tan manoseada ya entonces estación de autobuses, que tardaría todavía veinte años más en llegar.