Carrera de camareros en la Dehesa el día de su patrona, Santa Marta (Archivo Histórico Provincial)
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En aquella Soria provinciana que tantas cosas ha ido dejando por el camino destacaban especialmente las fiestas de los gremios o profesiones, muchas de ellas desaparecidas, casi todas. No obstante, algunas todavía se siguen celebrando.
Es el caso de los profesionales de la abogacía, de la medicina, veterinarios y colectivos de funcionarios y trabajadores de la Administración encuadrados en estos u otros cuerpos como los de Obras Públicas o Montes siguen celebrando la fiesta de su patrón que, en realidad, no tiene más contenido que el oficio religioso y la posterior recepción o comida de hermandad.
En el ámbito de los profesionales que ejercen su trabajo en la faceta privada o por cuenta propia, el listado se ve mermado de manera notable. Los antaño conocidos como agentes comerciales, celebraban su fiesta el día de la Virgen de Nuestra Señora de la Esperanza, en el pórtico de la Navidad; los zapateros remendones por los santos Crispín y Crispiniano, en octubre; los empleados de banca en San Carlos Borromeo, en los primeros días de noviembre, si es que el santoral no ha sufrido modificación, y más recientemente, los peluqueros son algunos de los colectivos gremiales que tienen por costumbre reunirse siquiera una vez al año coincidiendo con la festividad de la advocación que les congrega. Fiesta como la de los Gestores Administrativos que tenía lugar el 7 de agosto, San Cayetano, dejó de celebrarse hará cuarenta años cuando menos.
La de los carpinteros, que tenía lugar el 19 de marzo no corrió mejor suerte cuando a uno de los gobiernos de Franco no se le ocurrió mejor cosa que conmemorar por todo lo alto el Primero de Mayo en Madrid, programando la célebre demostración sindical como acto central del día.
Idéntica suerte había corrido bastante antes la que tenía lugar el 16 de agosto, festividad de San Roque. A media mañana de este día el Ayuntamiento de la ciudad en corporación y bajo mazas cruzaba el Collado andando para dirigirse a la iglesia de El Salvador y proceder a la renovación anual del voto de la ciudad ante la imagen del santo a la que se rendía culto en este templo. Por la tarde había suelta de vaquillas en la plaza de toros.
El gremio de la hostelería también celebraba la festividad de Santa Marta. Lo hacía el 30 de julio, en alguna ocasión incluso con carrera pedestre de los camareros que se desarrollaba en uno de los paseos de la Alameda.
De todas ellas, que se recuerde, sólo han logrado sobrevivir al paso del tiempo la que celebran los labradores en la ermita del Mirón cada San Isidro el 15 de mayo precedida de la novena a la Virgen. Porque hubo otra, la de la Unión Automovilista, comúnmente conocida por la de los chóferes, el 10 de julio, San Cristóbal, que al desaparecer el montepío de conductores por imperativo legal se encarga de ella una organización distinta programando la tradicional celebración religiosa y la posterior bendición de coches.
Pues bien, al margen de lo meramente gremial tanto la de los labradores como la de los conductores formaron parte, durante muchos años, del calendario festivo de la ciudad.
El desfile de la Soldadesca desde la sede social de la Cámara, aquellos años junto a la plaza de toros, hasta la ermita del Mirón; la posterior procesión con la imagen del Santo labrador hasta la antigua carretera de Logroño y vuelta al punto de partida; la celebración litúrgica que tiene lugar una vez concluida ésta y la tradicional subasta en el atrio una vez finalizado el oficio religioso configuran una jornada de marcada sorianidad y tipismo.
La fiesta de San Cristóbal, en plena resaca del serial sanjuanero, cumplía la importante función de intentar hacer comprender a la ciudadanía que San Juan había quedado atrás y que no quedaba otro remedio que recuperar la normalidad. La diana, bien temprano, casi siempre a cargo de la Banda Municipal de Música; el desfile de vehículos hasta la iglesia del Hospital (San Francisco) con la imagen del santo titular en un coche de época descubierto; la bendición de vehículos a la conclusión de la celebración litúrgica; la tradicional novillada que tenía lugar por la tarde en el coso del Ferial; la presencia de las vistosas manolas en los actos, y la esperada verbena, con sorteo de un coche incluido, que ponía fin a la jornada, teñían de un marcado matiz festivo a la ciudad.