Octavilla distribuida entre los vecinos (la calidad de la copia es defectuosa pero se muestra por el valor documental; pedimos disculpas)
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La pandemia del coronavirus nos ha privado a los sorianos de las fiestas de San Saturio que en circunstancias normales hubieran terminado hoy día 5. Tan solo se han salvado, y parcialmente, las celebraciones religiosas.
Las fiestas de San Saturio han cambiado, y no se dice por el accidente de este 2020, que nos ha descolocado a todos. Porque ya al final de los años cincuenta y comienzos de los sesenta del pasado siglo XX uno de los ayuntamientos sondeó a los sorianos sobre la conveniencia de trasladarlas a los últimos días de agosto, de modo que en octubre se celebrara solo el día dos, pero con la mayor de las solemnidades. La idea no era ni mucho menos nueva pues ciertamente había venido siendo una constante a lo largo del tiempo.
En todo caso, el último intento serio data el año 1964 cuando el jueves 10 de septiembre el Pleno del Ayuntamiento que presidía Amador Almajano debatió la propuesta de la Comisión Festejos para el traslado de las fiestas de San Saturio a la tercera decena de agosto de cada año,” excepción hecha de los festejos religiosos, que no tendrían variación alguna”. El Pleno “acordó por unanimidad aceptar en principio dicha propuesta así como que sea sometida a la consideración del vecindario para, una vez obtenida opinión del mismo, resolver en consecuencia».
El argumento de fondo era que las fiestas de San Saturio quedaban muy cerca de las de San Juan y no tenían la relevancia que se pretendía, pero sobre todo se pretendía hacerlas coincidir con los Festivales de Verano (luego de España). Así es que el ayuntamiento decidió consultar a los vecinos y distribuyó una octavilla preguntándoles, después de un breve preámbulo, si “¿Deben trasladarse la celebración de los festejos profanos al 30 de agosto y días sucesivos de cada año?” Debían responder SÍ o NO y firmar “El Cabeza de familia” haciendo constar el nombre y domicilio. “El plazo para contestar –se dijo- es el de DIEZ DÍAS, y transcurridos los mismos será recogido este Boletín por funcionarios municipales”.
Tres meses después, a finales de diciembre, seguía sin conocerse el resultado de la encuesta. Y no volvió a saberse más acaso porque la fuerte polémica desatada entre partidarios y contrarios al cambio aconsejó al ayuntamiento con buen criterio desentenderse de un problema que él mismo había creado con al socorrido argumento de que habían sido “algunos vecinos” los que habían manifestado el deseo de trasladar las fiestas al mes de agosto para que “tengan el debido esplendor, sin que el tiempo contribuya a deslucirlos”, se filtró desde algún sector que estaba por el cambio.
De esto hace ahora cincuenta y seis años.