EL PUENTE DE PIEDRA

Vista del Duero y del Puente de Piedra desde el Castillo (Archivo Histórico Provincial. Fondo Agustín Ruiz)

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En las últimas semanas se ha hablado bastante del Puente de Piedra a propósito de una iniciativa del grupo municipal de Podemos en el Ayuntamiento de Soria y del deterioro de la infraestructura que por lo que se ha dicho necesita una intervención para evitar que se agrave su estado.

El Puente de Piedra es, sin duda, uno de los puntos de referencia de la ciudad, muy frecuentado por los sorianos y visitantes sobre todo después de la actuación en las márgenes del Duero hace unos años que revitalizó la zona.

Las actuaciones en el Puente de Piedra no se han prodigado precisamente en las últimas décadas. Habría que remontarse al mes de abril de 2010 que es cuando estrenó nueva iluminación, y  retrocediendo todavía más en el tiempo al año 1992 en que se llevó a cabo la remodelación, más bien estética que de gran calado, que dejó el Puente de la forma que puede verse en la actualidad; reformas que supusieron la instalación de una barandilla bastante más adecuada que la que tenía, el ensanchamiento de las aceras, un nuevo pavimento adoquinado y una iluminación acorde con los tiempos modernos en sustitución de aquellas bombillas de pequeño voltaje protegidas por un pequeño plafón de porcelana, además de subirse hasta arriba los tajamares, convirtiéndolos en una especie de miradores, y de sustituir la instalación telefónica visible desde la zona norte, la más próxima a los arcos de San Juan de Duero, por otra de menor impacto visual, de manera que el Puente pudo recuperar la imagen que tenía a principios del siglo pasado, que no la de mediados del dieciocho. Hay que agradecer esta intervención al conocido además de traído y llevado en su día convenio firmado con el ayuntamiento de Soria por el entonces ministro socialista de Obras Públicas y Urbanismo, el riojano Javier Sáenz de Cosculluela, cuando vino a inaugurar la  Variante Norte, que contemplaba, entre otras actuaciones, la mejora de la red arterial de la capital, uno de cuyos compromisos era éste. Y dando otro enorme salto atrás, se estaría en 1915 que fue cuando se acometieron las obras de ampliación, según contaron escuetamente los periódicos de la época.

Entretanto, por lo que fuera, nunca le faltó protagonismo al Puente de Piedra, el Puente para las sucesivas generaciones de sorianos. Pues lo mismo era noticia por más de un accidente grave, con víctima mortal incluida, como de otros ciertamente espectaculares, entre ellos el de aquél autobús de viajeros que se quedó materialmente colgado en el pretil derecho cuando se disponía a cruzarlo para acceder al centro urbano, sin que por fortuna hubiera que lamentar desgracia personal alguna. Por no hablar de la estampa ciertamente curiosa, a menudo repetida y muy recordada por los residentes en el entonces poblado barrio, que protagonizaban las piaras que cruzaban por el centro de la ciudad, luego de ser desembarcadas en las instalaciones de la desaparecida estación de tren de San Francisco (la Estación Vieja), con destino a los cebaderos de Jesús Gómez en el arranque de la carretera de Almajano que indefectiblemente solían desmandarse a la salida del Puente lo que provocaba no pocas carreras de los responsables de la manada para reconducirla a su destino pero sobre todo el regocijo de los chicos del barrio que conocían bien este tipo de prácticas, por otra parte, rutinarias.

Pero sin duda cuando más se habló del Puente de Piedra y de sus deficiencias estructurales fue en la primavera de 1970 con motivo de la llegada el 8 de abril a la factoría de Traimsa, en la carretera de Burgos, de una prensa desembarcada en el puerto de Bilbao utilizando un transporte especial, muy comentado en su día, para el que los ingenieros de la Jefatura de Obras Públicas se vieron en la necesidad de habilitar una ruta alternativa por Almenar y Almazán, una vez en Cadosa, ante la imposibilidad de poder cruzar el viejo Puente que malamente podía soportar una carga superior a las 30 toneladas de peso bajo el riesgo de que se viniera abajo. Idéntica operación hubo que llevar a cabo quince días después con una segunda pieza.