Procesión de las Siete Palabras la mañana del Viernes Santo a su paso por las plazas del Olivo y San Esteban (Archivo Histórico Provincial. Fondo Lafuente Caloto)
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Con el Domingo de Ramos, que será el próximo día 28, comienza la Semana Santa.
En un ejercicio de síntesis puede señalar que en la Semana Santa soriana habría que distinguir cuando menos dos épocas. Una, anterior a la aparición de las cofradías, y otra más reciente que puede situarse a partir de la fundación de la mayoría de estas asociaciones pararreligiosas al final de la década de los cuarenta y los primeros años cincuenta del siglo pasado. No debe obviarse tampoco el notable impulso de cambio que produjo la implantación del nuevo orden litúrgico el año 1956, pues junto a la importante remodelación que hubo que acometer contribuyó a la desaparición de viejas costumbres, muy arraigadas.
Hasta la aparición, o mejor dicho, proliferación de las cofradías, todo quedaba reducido básicamente a las celebraciones del Jueves y Viernes Santos, aunque el Domingo de Ramos no dejaba de tener su peculiaridad y no tanto en su manifestación externa, que tampoco tenía mucho que ver con la de hoy.
En efecto. Antaño existía una tradición en la ciudad, que se perdía en la memoria del tiempo, según la cual el jueves anterior al Domingo de Ramos era costumbre que vendedores llegados de los pueblos próximos a la capital instalaran sus puestos en las inmediaciones del Ferial (detrás de Correos últimamente donde tenía lugar el mercado de cochinos) ofertando ramos de romero de cara a festividad tan solemne y celebrada, que serían bendecidos en las celebraciones dominicales y posteriormente colocados durante el resto del año en los balcones y ventanas de los domicilios particulares. De ahí que a este día tan señalado del mercado semanal se le conociera como Jueves de Romero (este año se correspondería con el 25 de marzo) que, en la práctica, suponía ni más ni menos que la inminencia de la Semana Santa; todavía en el arranque de la década de los sesenta seguía funcionando aunque, naturalmente, su decadencia era evidente hasta el punto de que no tuvo que transcurrir mucho tiempo para que se consumara su desaparición.
Todavía antes, el sábado anterior al “Jueves del Romero” comenzaba, “siguiendo la tradicional costumbre”, el ”Septenario en honor de la Santísima Virgen de la Soledad”, a cuyo fin el viernes de la semana que precedía a la del Viernes de Dolores era trasladada desde su ermita y en procesión, muy concurrida por cierto, a la iglesia del Espino, donde tenía lugar la celebración. Solía ser a las seis de la tarde y discurría por la conocida popularmente como Plaza del Chupete (Mariano Granados en el callejero), Marqués del Vadillo, Plaza de San Esteban y las calles Diputación y Caballeros. Al día siguiente –sábado- se iniciaba a las cuatro y media de la tarde “el solemne Septenario dedicado a los Dolores de la Santísima Virgen”. Así hasta el viernes de la semana siguiente, es decir, el de Dolores (el 26 de marzo este 2021), en el que una vez terminado el ejercicio religioso era devuelta a su lugar de origen, asimismo procesionalmente y por idéntico itinerario. Desde hace tiempo, el Septenario tiene lugar en el interior de la ermita de la Soledad, por tanto, sin la proyección exterior de antaño.