Andenes de la Estación Vieja. Al fondo la iglesia de San Francisco con el campanario (Archivo Histórico Provincial)
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Habida cuenta el procedimiento por el que en aquellos tiempos se nombraba y cesaba a los alcaldes, en la práctica, el capricho o conveniencia –como se quiera- del Gobernador de turno, nunca se sabrá si los casi seis años y medio al frente de la alcaldía y la intensa actividad que se desplegó en este periodo (1952-1958) con el consiguiente e inevitable desgaste le pasaron factura y en último término fueron las causas determinante que llevaron a la entonces primera autoridad de la provincia a relevar a Eusebio Fernández de Velasco. Puede que hubiera de lo uno y de lo otro, aunque no falta quien atribuye que el detonante pudo ser el conocido episodio -aquí contado- vivido en los primeros meses del año 1958 cuando el ayuntamiento que presidía se vio en la necesidad de decidir el desembolso de los fondos de las arcas municipales la cantidad de 125.000 pesetas para que llegara por vez primera a Soria la Vuelta Ciclista a España de la que lejos de mostrarse escéptico no ocultó por las circunstancias que fuera –nunca trascendieron- su clara oposición a un evento que una mayoría lo suficientemente representativa de la corporación, con una visión más progresista sin duda, consideraba del mayor provecho para la ciudad. Fernández de Velasco no tuvo más remedio que plegarse a lo que no ofrecía –salvo para él- duda ninguna, de tal manera que la ronda española, como se decía entonces, llegó a Soria. Pero a la luz de los acontecimientos cabe pensar que fue la chispa que aceleró su cese porque aquel mismo año, en los primeros días de septiembre, cuando el verano estaba dando los últimos coletazos, Eusebio Fernández de Velasco, uno de los incombustibles del aparato, abandonaba la alcaldía de la ciudad. Le sustituyó el conocido abogado soriano Alberto Heras Hercilla, presidente del Numancia la temporada histórica del ascenso a Segunda División y curiosamente cuñado de Mariano Íñiguez García, a su vez predecesor de Fernández de Velasco en el sillón consistorial.
La densa y cargada agenda de Heras Hercilla al frente del concejo capitalino tuvo su miga. Puestos a sintetizar, quizá el proyecto de mayor calado para el futuro siquiera a medio plazo de la ciudad que tuvo que acometer fue sin duda la aprobación del Plan de Urbanismo del año 1961, o lo que es lo mismo, e1 segundo, tras el de 1948, norma, esta nueva, que a base de remiendos –entiéndase modificaciones puntuales o como técnicamente se llamen- estuvo vigente hasta bien entrados los años noventa con las consecuencias que todos conocemos. Ello permitió abordar, por ejemplo, la ordenación de la zona de la plaza de toros y que el núcleo urbano se ensanchara surgiendo nuevos barrios que terminarían consolidándose con el paso de los años. Fue en esta época cuando el ayuntamiento compró el Palacio de los Condes de Gómara, que había sido declarado Monumento Nacional en 1949, por cinco millones de las antiguas pesetas, con la intención de trasladar a él la sede del ayuntamiento porque el edificio de la plaza Mayor malamente reunía las condiciones de idoneidad mínimas, iniciativa que finalmente no prosperó como tampoco la posibilidad de ubicar en el histórico inmueble el Parador de Turismo, de lo que también se llegó a hablar, aunque finalmente se desechara decantándose por el parque del Castillo no sin antes desestimar asimismo la opción de la Huerta de san Francisco –otro de los grandes misterios de aquellos años, jamás revelado-, que llegó a adquirir el municipio con este fin concreto. Con Alberto Heras el Collado estrenó alumbrado; se inauguró en la Dehesa la Cafetería Alameda, una de las referencias del ocio de finales de los años cincuenta y comienzos de los sesenta; y después de un largo peregrinaje y de interminables gestiones el ayuntamiento lograba por fin la inscripción registral de los terrenos que ocupaba la estación Soria-San Francisco -la Estación Vieja- en el centro de la ciudad.
Mención aparte merece el doloroso acuerdo tomado por la corporación en el verano de 1963 obligada por exigencias de una normativa estatal fundamentalmente de índole económica que le abocó a la necesidad de tener que disolver la Banda Municipal de Música, situación que derivó en la crisis de mayor de calado por la que ha atravesado la agrupación musical en los últimos cincuenta y muchos años, felizmente resuelta mediante una fórmula de gestión que no se supo si satisfacía o no a las partes concernidas pero al menos resolvía un problema que estuvo enquistado bastante tiempo y no había manera de resolver.