El Mirador-Bar con la chimenea de la térmica detrás, a la izquierda (Colección Alberto Arribas)
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De un tiempo a esta parte, la margen derecha del Duero, desde el Puente de Piedra hasta Peña Mala (el puente de la Variante), se ha convertido en un constante peregrinar sin tener en cuenta para nada que pueda apretar el calor o que haya que abrigarse. El caso es que se ha abierto la posibilidad de frecuentar en su totalidad un tramo del río, tradicionalmente imposible, más todavía después de que en la década de los noventa dejara de tener actividad el Mirador-Bar (lo que toda la vida se conoció como las barcas del Augusto), antaño una de las referencias del ocio veraniego de los sorianos. Es verdad que la última actuación en la zona ha estado precedida de otra, asimismo importante, aunque no por ello menos contestada, entre este punto y el viaducto del ferrocarril, como fue la remodelación del mal llamado fielato, el actual Centro de Recepción de Visitantes. Retrocediendo más en el tiempo tampoco conviene perder la perspectiva de que el Puente de Piedra (Bien de Interés Cultural) fue objeto de una profunda remodelación entrados los noventa. El compromiso del Ministerio de Obras Públicas con el Ayuntamiento de la ciudad tras la puesta en servicio de la Variante Norte, tuvo como objetivo el acondicionamiento de la calzada y la sustitución de las barandillas, además de actuaciones en los tajamares, que se completó tiempo después con la inauguración de la nueva iluminación nocturna. Todo ello posibilitó que el recorrido –en realidad un paseo agradable- entre el Puente de Piedra y el más reciente de la Variante sea uno de los más visitados, sin necesidad de salir de la ciudad. De tal manera que con el paso del tiempo se ha convertido en hábito comenzar la breve andadura por el paseo de San Prudencio y junto a uno de los ojos del Puente contemplar el desagüe del arroyo de la ciudad, para seguidamente emprender la andadura. Hasta hace poco merecía la pena observar la parte trasera del antiguo convento de San Agustín, donde estuvo funcionando la Térmica –como se la conocía-, en realidad la primera central eléctrica que abasteció a la ciudad cuya chimenea cilíndrica que la delataba no hace tanto que desapareció por más que dejara de funcionar en torno a los años setenta. Junto a la recordada y para muchos desconocida instalación quedaban, igualmente, los restos del popular Mirador-Bar (desparecidos con la rehabilitación de la muralla) que fue durante varias décadas punto de encuentro, diríase obligado, de la juventud soriana al atardecer de los calurosos días de verano. La actuación en la margen derecha del río posibilitó, al contrario de lo que sucedía entonces, que el paseo no sólo no se acabe en lo que fue embarcadero sino que, por el contrario, pueda disfrutarse de un entorno que desde siempre no habíamos tenido más remedio que contemplar desde la otra orilla. Como consecuencia, hoy en día puede verse con detalle, asentado en la muralla, un edificio que llama poderosamente la atención, el conocido como la casa de Sánchez Dragó, en el que según la ocasión lo mismo ha convocado a los periodistas para presentar alguna de sus obras que ha sido el marco elegido para celebrar la boda de alguna de sus hijas, según ha relevado propio escritor. Muy poco más arriba quedaba la pequeña parcela de la que fue huerta de propiedad privada cuya existencia la atestiguaban los árboles frutales que se han venido conservando hasta que se han acometido las obras de la muralla además del portillo de acceso. Y, siguiendo la senda, el mítico Peñón, desde el que los bañistas más expertos mostraban sus habilidades tirándose (en lenguaje soriano) de cabeza al río. Luego, Peña Grajera, un paraje apenas frecuentado pero no por ello de menor belleza, para llegar, poco después al puente de la Variante y a Peña Mala, otro rincón atractivo del río pero escasamente visitado por desconocido, en el que antaño se pescaba en barca de botos y durante algún tiempo el rincón elegido por los suicidas sorianos, como ha recordado algún autor.